27 noviembre, 2006

El muro - una esquirla del choque intercultural.

Esto lleva quitándome horas de sueño ya algún tiempo y no logro dar con la escena que sirva de ejemplo ni con las palabras adecuadas. No puedo encontrarlas por más vueltas que le doy al asunto. No hay ninguna imagen con la intensidad suficiente que destaque por encima de las demás y me facilite la vida. Y las hay, las hay en abundancia... están ahí, al alcance de la mano, en la cocina o en la habitación. O en la calle, a un golpe de vista, solo con levantar los ojos, sin levantarse de la silla, con mirar por la ventana, a través del cristal, sí, pero no hay manera...

¿Dibujar un conjunto de escenas...? es una alternativa muy socorrida y periodística, efectiva, fácil, pero no sirve: el texto gana en volumen pero pierde en densidad. Es como añadir agua a un caldo para dar de comer a más gente... La forma es siempre esclava del tema y éste es común y omnipresente pero no es banal ni cuantificable. Muy al contrario, es sutil y subjetivo... No es posible trocearlo en instantáneas. No es un catálogo ni un cómic. Hay que cazar su destello, capturar su esencia.

El muro suele aparecer de improviso un día cualquiera sin anuncios ni preámbulos. Y a partir de ese momento está en todas partes. Al principio se siente pero no se acaba de tomar total consciencia de su naturaleza que es transparente e intangible pero a la vez es hermética e infranqueable. Es una sensación extraña, a medio camino entre la incomodidad y la sorpresa, un ligerísimo estupor que pasa inadvertido en la habitual algarabía interior. Es una nota fuera compás. Es un chasquido sordo, instantáneo, que al punto se pierde en la duda....pero que deja un rastro de desasosiego fluctuante, más fuerte en compañía extraña, que se va diluyendo al levantar la vista al entorno del bullicio, los coches, los edificios, y que se oculta al visitar un parque, un bosque o al trastear en la soledad de la propia habitación.Se nota como un ligero rechazo, un suave comezón que casi resulta agradable, que estimula y seduce para perseverar en él. Curiosidad. Interés por esa enigmática barrera que nunca se acaba de traspasar.

El muro produce estupor y el tiempo pasado tratando de resolver su acertijo transcurre de otra manera. Todo es rápido, vacio, provisional... como un ensayo general de algo verdadero que vendrá cuando se dé con la llave adecuada. El muro engancha y no deja marchar, y cuanto mayor es la distancia mayor es su atracción. La inversión en tiempo va creciendo a la par que la destreza en reconocer las multiples manifestaciones de este fenómeno. Cada día que pasa se conoce mejor el terreno que se pisa y crece la esperanza de jugador de ruleta de estar más y más cerca de saltar la banca, derribar el muro y asimilar como propia la realidad que hay tras él... Es un estado parecido a la zozobra, subiendo la apuesta un poco más, un día más... hasta que uno se acostumbra y se vive con ello meses, años... sabiéndolo todo pero sin haber sido nunca consciente de nada. Solo un ligero regusto amargo. Un día, a la vuelta de una esquina, con el tiempo, a fuerza de rondar, presionar, medir, explorar y sondear se llega a la conclusión, sin haberse planteado pregunta alguna, de que no existe ningún paso franco para atravesarlo y que tras él no hay nada especial que merezca la pena ser descubierto y entendido.

Y su origen es lo último que se nos descubre. Y no, no forma parte del mundo que nos rodea y no ha sido creado por nada ni nadie torvo de detrás de la barrera, ni tampoco es un anomalía misteriosa surgida de Dios sabe donde. El muro es una parte subconsciente de nosotros mismos que aparece como una reacción defensiva ante aquello que nos es extraño. Es una reacción alérgica del alma ante una realidad que no es la nuestra y que nos irrita la percepción serena de la misma. Probablemente quienes observan nuestros gestos mudos y carentes de sentido desde detrás del cristal tengan el mismo problema. Esto es algo que siempre hay que tener en cuenta.

Así y todo, este fenómeno deja algunos trazos en la vida diaria para quién sabe distinguirlos. A veces se puede ver su reflejo en el fondo de alguna pupila. Es esa cortinilla repentina, opaca e impenetrable, como de plomo, y ese proyecto de sonrisa congelada a medio camino...No, no están de acuerdo contigo, no te han entendido, no están en condiciones de hacerlo.

Todo aquel que haya notado alguna vez esta presencia sabe a lo que me refiero, sobre todo en estas tierras donde nos ha traído el destino.