...teorías tópico-sociológicas, análisis psicológicos sesudos, estudios de mercado y disecciones arquitectónicas. Todo esto y mucho más es a lo que una persona con inquietudes se puede dedicar en Dubai, donde el desierto, los beduinos y los camellos son, paradójicamente, lo de menos.
Lo árabe en Dubai es anecdótico, es una nota de color que, al final, pasa desapercibida. Ni siquiera las visitas obligadas al desierto y la excursión por las dunas con un 4x4 evitan que se diluya la gota, que desaparezca de la memoria del visitante. El desierto con toda su desoladora grandeza no evoca las peripecias de Lawrence de Arabia, sino que recupera de la memoria reciente las instantáneas marcianas del Mars Explorer. Yo creo que solo el paso por el aeropuerto destruye el romanticismo de las “mil y una noches".
Y eso que las autoridades hacen hincapié en los atributos árabes. Lo “autóctono” es omnipresente: las fotos del jeque dubaití saliente (por muerto) que están en cada esquina, los carteles bilingües en árabe e inglés, los nativos con visibles problemas de excedente de dinero, montados en petrodólares; la comida, las pipas de agua... palmeras, arena, calor, camellos vagando ociosamente en los marrones pastos del desierto..., incluso hay un centro histórico antiguo artificial para el turista incauto. Todo resulta banal y, además, todo parece mentira; es como parte de un anuncio, como si fuera un diorama, un gran holograma, una película futurista al estilo "Minority Report".
La ciudad de Dubai es un espejismo high-tech de algunas decenas de kilómetros cuadrados surgido de la nada en medio de la devastación del desierto. Las distancias son enormes y hacer cualquier gestión supone recorrer varios kilómetros. El transporte público es casi inexistente. Dubai es lugar pensado por y para el coche. Semáforos – los justos, pasos de cebra y subterráneos – escasísimos. Para pasar al otro lado de la calle hay que coger el coche o darse un buen paseo. Eso sí, las avenidas que surcan la ciudad son excelentes – pavimento de primera y cinco carriles, luminosas y rectas. Las curvas son solo patrimonio de las rotondas de acceso y de los desvíos. Lo que se ve desde la ventanilla es nuevo, moderno o en construcción. Pero lo flipante es que nunca te abandona la sensación de estar en la pantalla de un juego de ordenador, “Need for Speed”, por ejemplo. Los mismos escenarios, los mismos coches, la misma luz...
Por la mañana es frecuente ver una neblina marrón que tamiza la luz, parece contaminación, pero es arena....rascacielos y centros comerciales – lo último en construcción y el último grito en diseño. Nuevecito y brillante, todo está reluciente. No hay nada sucio y no resulta extraño... hay arena por doquier... Tiendas y restaurantes – solo aquello que es susceptible de ser franquiciado está allí.
Y los carbunchos... Dubai destaca por sus carbunchos: El único hotel de 7 estrellas del mundo, el Burj Al Arab, la torre de los árabes, la vela del desierto, con su helipuerto y puede que astropuerto. De noche cambia periódicamente de color y con sus focos al infinito parece una nave espacial a punto de despegar. El “Global Village” - una especie de Expo universal permanente, situada en las afueras de la ciudad, con pabellones oficiales de países y cuya función no queda clara, no se sabe si compran, venden o distraen. También está el centro de venta y trasiego de oro más importantes del mundo. En construcción quedan tres supercarbunchos: la torre más alta del mundo, el primer hotel submarino y un macrocentro de esquí alpino.
Finalmente, los habitantes de este “mundo feliz” de criminalidad - 0. La mayoría son inmigrantes de Pakistán y de la India, y son la base de la pirámide demográfica de esta ciudad. Están “por las todas partes” (Cañita brava dixit) pero nadie repara en ellos, son los sirvientes... los esclavos modernos. Después hay un ejercito de mercenarios especializados en darle brillo, prestancia y eficiencia a la orbe – los expatriados occidentales. En el vértice, la población local, los antiguos beduinos camelleros, mostosos y polvorientos que hoy disfrutan de las abundantes rentas del petróleo y de una vida física cercana a la ideal. Son una minoría y no se les suele ver mucho por la calle, aunque sí en los centros comerciales dándole buen uso a la visa platino (o lo que sea).
La distribución social es tan perfecta que cuesta creer que no haya sido diseñada así. Es una distribución tan lógica y natural como la cadena alimentaria. Los tres mundos coexisten en dimensiones diferentes, se relacionan poco y, por lo tanto, ha poco lugar al conflicto. Los indios trabajan y sirven sin preguntar, son dóciles, emocionalmente pasivos y la mayoría son musulmanes. Están de paso, como los trabajadores occidentales, que son parte de una comunidad cambiante, contenta y bien pagada.
No obstante, vivir en Dubai durante mucho tiempo debe ser como vivir en un plató, o ser personaje de un reality show y circular en un bucle de luminosos despachos de acero y cristal, centros comerciales de lujo, restaurantes, locales de alterne y trabajo. No hay posibilidad de sumergirte en la cultura local, ni en ninguna otra...mundo estanco.
Dubai es un lugar digno de verse, es una estación espacial, una babilonia del desierto... si uno quiere hacerse una idea de cómo serán las colonias de la humanidad en otros mundos en el futuro...
Y al que no le interese eso siempre le quedará el desierto, la playa, tomarse un zumo o un café y vivir la vida como se debe – sin calentarse la cabeza.
25 enero, 2006
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