El choque intercultural es siempre problemático. La mezcla de tradiciones y costumbres, y la búsqueda de un termino medio equitativo y razonablemente aceptable para las partes implicadas resulta tremendamente complicado y de resultado generalmente decepcionante.
La fantasmagórica reflexión sobre “el muro” es quizá la piedra angular, la clave que subyace en las relaciones entre personas de diferentes nacionalidades y culturas. Las alegrías y las penas son restos del naufragio en estas rocosas playas extrañas. La visita a estas costas enriquece el alma y fortalece el espíritu, pero deja inevitables costurones en la piel.
Probablemente la interacción con el conjunto de peculiaridades que se conoce por Rusia sea la más difícil de las accesibles. Dejo fuera del zurrón las idiosincrasias africanas, selvático-amazónicas y las asiáticas porque están más allá (o más acá) de nuestro entendimiento.
Cualquier cosa ajena a las calles del pueblo y al patio de la casa de uno mismo implica una distancia. Y cuanto mayor es la distancia más frecuente es la interferencia. Se pierde nitidez y detalle y aparecen vacíos de información, vacíos que hay que compensar con pedazos propios, nuestros, pero extraños al objeto en sí. El resultado es que la imagen que resulta poco o nada tiene que ver con la esencia del mismo.
Todo esto viene a colación con la morbosa tendencia de todos y cada uno de nosotros a establecer juicios de valor sobre las cosas nuevas, especialmente si son disonantes con nuestra forma pensar. La querencia por el conocimiento, el intento de diseccionar la realidad en la que nos encontramos son actos muy loables, necesarios, útiles.
Pero en el caso del análisis de la realidad rusa todo ello no pasa de un mero ejercicio intelectual para retrasar la aparición de la demencia senil. No es nada sano llevar las diatribas hasta el acaloramiento y el sofoco mesiánico de barra bar, intentando reformar a Rusia como país y salvar el alma de sus habitantes con una jarra de cerveza en la mano y nuestra receta española de hacer las cosas.
No estamos en condiciones de entender las razones de un pueblo adolescente que no se entiende ni a sí mismo. Además de que no tenemos derecho a juzgar su caleidoscópica sicología, maltrecha por la falta de luz, y por unos bruscos y constantes cambios de temperatura que revientan el forjado del cemento, desvían las vías de los trenes y hacen saltar la mejor de las pinturas en las fachadas.
Problemas y vicisitudes con frecuencia desventuradas, no siempre merecidas, que han ido moldeando unas costumbres determinadas; ni correctas, ni incorrectas; ni buenas, ni malas. Valor diferencial, propio, a nuestros ojos, caótico, de matriz ajena e irritante.
Rusia y los rusos encarnan una forma, otra forma de vivir la vida relativamente cercana a la nuestra pero en suma diferente; son del “planeta” de al lado, pero de otro “planeta”. En ellos destacan unos rasgos de la naturaleza humana que en nosotros están amortiguados, reprimidos. Con frecuencia las mismas miserias, en ocasiones (escasas), la misma grandeza.
Yo he pasado por mucha etapas de percepción y he pisado la mayoría de los charcos de este país pero, sin embargo, todavía me resulta muy difícil escribir sobre esto. Creo que los años no me han servido de nada, continúo sintiéndome como un mono con una calculadora... no sé por dónde cogerla... bueno, quizás algo sí que he aprendido: que no hay que “cebarse” con ella...
18 diciembre, 2006
27 noviembre, 2006
El muro - una esquirla del choque intercultural.
Esto lleva quitándome horas de sueño ya algún tiempo y no logro dar con la escena que sirva de ejemplo ni con las palabras adecuadas. No puedo encontrarlas por más vueltas que le doy al asunto. No hay ninguna imagen con la intensidad suficiente que destaque por encima de las demás y me facilite la vida. Y las hay, las hay en abundancia... están ahí, al alcance de la mano, en la cocina o en la habitación. O en la calle, a un golpe de vista, solo con levantar los ojos, sin levantarse de la silla, con mirar por la ventana, a través del cristal, sí, pero no hay manera...
¿Dibujar un conjunto de escenas...? es una alternativa muy socorrida y periodística, efectiva, fácil, pero no sirve: el texto gana en volumen pero pierde en densidad. Es como añadir agua a un caldo para dar de comer a más gente... La forma es siempre esclava del tema y éste es común y omnipresente pero no es banal ni cuantificable. Muy al contrario, es sutil y subjetivo... No es posible trocearlo en instantáneas. No es un catálogo ni un cómic. Hay que cazar su destello, capturar su esencia.
El muro suele aparecer de improviso un día cualquiera sin anuncios ni preámbulos. Y a partir de ese momento está en todas partes. Al principio se siente pero no se acaba de tomar total consciencia de su naturaleza que es transparente e intangible pero a la vez es hermética e infranqueable. Es una sensación extraña, a medio camino entre la incomodidad y la sorpresa, un ligerísimo estupor que pasa inadvertido en la habitual algarabía interior. Es una nota fuera compás. Es un chasquido sordo, instantáneo, que al punto se pierde en la duda....pero que deja un rastro de desasosiego fluctuante, más fuerte en compañía extraña, que se va diluyendo al levantar la vista al entorno del bullicio, los coches, los edificios, y que se oculta al visitar un parque, un bosque o al trastear en la soledad de la propia habitación.Se nota como un ligero rechazo, un suave comezón que casi resulta agradable, que estimula y seduce para perseverar en él. Curiosidad. Interés por esa enigmática barrera que nunca se acaba de traspasar.
El muro produce estupor y el tiempo pasado tratando de resolver su acertijo transcurre de otra manera. Todo es rápido, vacio, provisional... como un ensayo general de algo verdadero que vendrá cuando se dé con la llave adecuada. El muro engancha y no deja marchar, y cuanto mayor es la distancia mayor es su atracción. La inversión en tiempo va creciendo a la par que la destreza en reconocer las multiples manifestaciones de este fenómeno. Cada día que pasa se conoce mejor el terreno que se pisa y crece la esperanza de jugador de ruleta de estar más y más cerca de saltar la banca, derribar el muro y asimilar como propia la realidad que hay tras él... Es un estado parecido a la zozobra, subiendo la apuesta un poco más, un día más... hasta que uno se acostumbra y se vive con ello meses, años... sabiéndolo todo pero sin haber sido nunca consciente de nada. Solo un ligero regusto amargo. Un día, a la vuelta de una esquina, con el tiempo, a fuerza de rondar, presionar, medir, explorar y sondear se llega a la conclusión, sin haberse planteado pregunta alguna, de que no existe ningún paso franco para atravesarlo y que tras él no hay nada especial que merezca la pena ser descubierto y entendido.
Y su origen es lo último que se nos descubre. Y no, no forma parte del mundo que nos rodea y no ha sido creado por nada ni nadie torvo de detrás de la barrera, ni tampoco es un anomalía misteriosa surgida de Dios sabe donde. El muro es una parte subconsciente de nosotros mismos que aparece como una reacción defensiva ante aquello que nos es extraño. Es una reacción alérgica del alma ante una realidad que no es la nuestra y que nos irrita la percepción serena de la misma. Probablemente quienes observan nuestros gestos mudos y carentes de sentido desde detrás del cristal tengan el mismo problema. Esto es algo que siempre hay que tener en cuenta.
Así y todo, este fenómeno deja algunos trazos en la vida diaria para quién sabe distinguirlos. A veces se puede ver su reflejo en el fondo de alguna pupila. Es esa cortinilla repentina, opaca e impenetrable, como de plomo, y ese proyecto de sonrisa congelada a medio camino...No, no están de acuerdo contigo, no te han entendido, no están en condiciones de hacerlo.
Todo aquel que haya notado alguna vez esta presencia sabe a lo que me refiero, sobre todo en estas tierras donde nos ha traído el destino.
¿Dibujar un conjunto de escenas...? es una alternativa muy socorrida y periodística, efectiva, fácil, pero no sirve: el texto gana en volumen pero pierde en densidad. Es como añadir agua a un caldo para dar de comer a más gente... La forma es siempre esclava del tema y éste es común y omnipresente pero no es banal ni cuantificable. Muy al contrario, es sutil y subjetivo... No es posible trocearlo en instantáneas. No es un catálogo ni un cómic. Hay que cazar su destello, capturar su esencia.
El muro suele aparecer de improviso un día cualquiera sin anuncios ni preámbulos. Y a partir de ese momento está en todas partes. Al principio se siente pero no se acaba de tomar total consciencia de su naturaleza que es transparente e intangible pero a la vez es hermética e infranqueable. Es una sensación extraña, a medio camino entre la incomodidad y la sorpresa, un ligerísimo estupor que pasa inadvertido en la habitual algarabía interior. Es una nota fuera compás. Es un chasquido sordo, instantáneo, que al punto se pierde en la duda....pero que deja un rastro de desasosiego fluctuante, más fuerte en compañía extraña, que se va diluyendo al levantar la vista al entorno del bullicio, los coches, los edificios, y que se oculta al visitar un parque, un bosque o al trastear en la soledad de la propia habitación.Se nota como un ligero rechazo, un suave comezón que casi resulta agradable, que estimula y seduce para perseverar en él. Curiosidad. Interés por esa enigmática barrera que nunca se acaba de traspasar.
El muro produce estupor y el tiempo pasado tratando de resolver su acertijo transcurre de otra manera. Todo es rápido, vacio, provisional... como un ensayo general de algo verdadero que vendrá cuando se dé con la llave adecuada. El muro engancha y no deja marchar, y cuanto mayor es la distancia mayor es su atracción. La inversión en tiempo va creciendo a la par que la destreza en reconocer las multiples manifestaciones de este fenómeno. Cada día que pasa se conoce mejor el terreno que se pisa y crece la esperanza de jugador de ruleta de estar más y más cerca de saltar la banca, derribar el muro y asimilar como propia la realidad que hay tras él... Es un estado parecido a la zozobra, subiendo la apuesta un poco más, un día más... hasta que uno se acostumbra y se vive con ello meses, años... sabiéndolo todo pero sin haber sido nunca consciente de nada. Solo un ligero regusto amargo. Un día, a la vuelta de una esquina, con el tiempo, a fuerza de rondar, presionar, medir, explorar y sondear se llega a la conclusión, sin haberse planteado pregunta alguna, de que no existe ningún paso franco para atravesarlo y que tras él no hay nada especial que merezca la pena ser descubierto y entendido.
Y su origen es lo último que se nos descubre. Y no, no forma parte del mundo que nos rodea y no ha sido creado por nada ni nadie torvo de detrás de la barrera, ni tampoco es un anomalía misteriosa surgida de Dios sabe donde. El muro es una parte subconsciente de nosotros mismos que aparece como una reacción defensiva ante aquello que nos es extraño. Es una reacción alérgica del alma ante una realidad que no es la nuestra y que nos irrita la percepción serena de la misma. Probablemente quienes observan nuestros gestos mudos y carentes de sentido desde detrás del cristal tengan el mismo problema. Esto es algo que siempre hay que tener en cuenta.
Así y todo, este fenómeno deja algunos trazos en la vida diaria para quién sabe distinguirlos. A veces se puede ver su reflejo en el fondo de alguna pupila. Es esa cortinilla repentina, opaca e impenetrable, como de plomo, y ese proyecto de sonrisa congelada a medio camino...No, no están de acuerdo contigo, no te han entendido, no están en condiciones de hacerlo.
Todo aquel que haya notado alguna vez esta presencia sabe a lo que me refiero, sobre todo en estas tierras donde nos ha traído el destino.
10 octubre, 2006
Vacaciones
No voy a veniros con el cuento de que he vuelto renovado y pletórico de fuerzas de mis vacaciones. No es así. Pero lo cierto es que no me han venido mal para desbloquearme. La monotonía del día a día entontece, adormece y acaba por desfondar psíquicamente para agarrotar físicamente. El cambio de raíles que representa las vacaciones con su otro aire, otra luz, otro ritmo, diluye por un tiempo la herrumbre de la conciencia.
¡Qué bonito es poder dormir la siesta! a veces hasta las seis de la tarde, a veces inmediatamente después de comer, a veces tras haber pasado unas decenas de páginas de un libro intranscendente... y levantarte medio cocido, incapaz de concentrarte en nada pero con el lujo de poder estar en babia un par de horas más para despejarte del todo. Y desayunar, y comer, y merendar perezosamente, sin un horario muy fijo, con otra compañía diferente a la habitual, con otras conversaciones, con otros olores...
Las vacaciones auténticas, las que relajan y recuperan, son las que rompen los ritmos y resquebrajan los reflejos, las que desatascan los resortes del alma olvidados por las actividades cotidianas, las que son un tiempo para reinventarse a un mismo, un reto para probarse fuera del mecanismo del horario previsto. Esas, normalmente transcurren lejos de los circuitos de lo habitual, rodeados de caras desconocidas o no demasiado vistas. Un país desconocido o en la casa de la niñez, lugares donde nada ha ocurrido y se espera lo mejor o donde todo ya ha ocurrido y solo se recuerda lo mejor.
Es una pena que el efecto de las vacaciones se pase tan rápido y que el auténtico disfrute de las mismas no pueda prolongarse demasiado sin que se transforme en rutina desidiosa. Probablemente sea porque estamos hechos así, animales de contrastes, de dosis, de curiosidad y de inquietud.
¡Qué bonito es poder dormir la siesta! a veces hasta las seis de la tarde, a veces inmediatamente después de comer, a veces tras haber pasado unas decenas de páginas de un libro intranscendente... y levantarte medio cocido, incapaz de concentrarte en nada pero con el lujo de poder estar en babia un par de horas más para despejarte del todo. Y desayunar, y comer, y merendar perezosamente, sin un horario muy fijo, con otra compañía diferente a la habitual, con otras conversaciones, con otros olores...
Las vacaciones auténticas, las que relajan y recuperan, son las que rompen los ritmos y resquebrajan los reflejos, las que desatascan los resortes del alma olvidados por las actividades cotidianas, las que son un tiempo para reinventarse a un mismo, un reto para probarse fuera del mecanismo del horario previsto. Esas, normalmente transcurren lejos de los circuitos de lo habitual, rodeados de caras desconocidas o no demasiado vistas. Un país desconocido o en la casa de la niñez, lugares donde nada ha ocurrido y se espera lo mejor o donde todo ya ha ocurrido y solo se recuerda lo mejor.
Es una pena que el efecto de las vacaciones se pase tan rápido y que el auténtico disfrute de las mismas no pueda prolongarse demasiado sin que se transforme en rutina desidiosa. Probablemente sea porque estamos hechos así, animales de contrastes, de dosis, de curiosidad y de inquietud.
En cualquier caso, de vuelta al tajo gris, a la espera de esas estupendas vacaciones futuras con el buen sabor de boca de las pasadas.
25 septiembre, 2006
Davis en Moscú
El fin de semana pasado asistimos a una de las eliminatorias de Copa Davis más electrizantes de los últimos años con el público enfervorizado y emoción a raudales.
Es verdad que estas cosas solo les importan a cuatro amantes del deporte de la raqueta. A mucha gente le puede parecer absurdo derrochar el último fin de semana con buen tiempo de este año en Moscú, encerrado en un estado cubierto, lleno de gente y con el aire enrarecido... punto de vista respetable, es una forma de ver las cosas.
En realidad todo el meollo de nervios se concentró en el cuarto partido - el primero del domingo. Los tres primeros habían sido solventados, casi por la vía rápida, primero por los rusos y después por los americanos. El cuarto encuentro enfrentaba al ruso (criado en Estados Unidos) Dmitri Tursunov contra el conocido yanki Andy Roddick, el bombardero de Nebraska y víctima preferida de Federer.
La cosa se fue casi hasta las cinco horas, con un set-thriller final interminable lleno de imprecisiones y de alternativas: 17-15. El ruso con acento americano llevó a sus compatriotas a la final en la que se enfrentarán a los argentinos, mientras que Andy se llevó por delante el marcador del tiempo de una patada de rabia al final de la batalla.
He de confesar de que, a pesar de que a mí me encanta el tenis, el asunto se me hizo un poco largo. Estaba deseando que terminara el partido, aunque creo que a los jugadores les urgía más.
La final será en diciembre en medio del frío moscovita. La elección de la superficie no será tan definitoria como contra la tropa del hermano de "Big Mac". Los argentinos tienen donde elegir y paladines para defender la plaza sea el tierra, en cemento o en hierba... Así que, ya veremos.
Esto de residir en esta ciudad tiene sus ventajas. Una de ellas es la de disfrutar con relativa frecuencia de espectáculos de este tipo. Que siga la fiesta.
Es verdad que estas cosas solo les importan a cuatro amantes del deporte de la raqueta. A mucha gente le puede parecer absurdo derrochar el último fin de semana con buen tiempo de este año en Moscú, encerrado en un estado cubierto, lleno de gente y con el aire enrarecido... punto de vista respetable, es una forma de ver las cosas.
En realidad todo el meollo de nervios se concentró en el cuarto partido - el primero del domingo. Los tres primeros habían sido solventados, casi por la vía rápida, primero por los rusos y después por los americanos. El cuarto encuentro enfrentaba al ruso (criado en Estados Unidos) Dmitri Tursunov contra el conocido yanki Andy Roddick, el bombardero de Nebraska y víctima preferida de Federer.
La cosa se fue casi hasta las cinco horas, con un set-thriller final interminable lleno de imprecisiones y de alternativas: 17-15. El ruso con acento americano llevó a sus compatriotas a la final en la que se enfrentarán a los argentinos, mientras que Andy se llevó por delante el marcador del tiempo de una patada de rabia al final de la batalla.
He de confesar de que, a pesar de que a mí me encanta el tenis, el asunto se me hizo un poco largo. Estaba deseando que terminara el partido, aunque creo que a los jugadores les urgía más.
La final será en diciembre en medio del frío moscovita. La elección de la superficie no será tan definitoria como contra la tropa del hermano de "Big Mac". Los argentinos tienen donde elegir y paladines para defender la plaza sea el tierra, en cemento o en hierba... Así que, ya veremos.
Esto de residir en esta ciudad tiene sus ventajas. Una de ellas es la de disfrutar con relativa frecuencia de espectáculos de este tipo. Que siga la fiesta.
04 agosto, 2006
Clapton y los fantasmas del muro.
Ayer debió celebrarse el concierto de Eric Clapton en Moscú. Eric había estado en Moscú ya dos veces antes pero este concierto era especial. No, no se ha dicho en ningún medio y "Slowhand" no lo ha publicado en su página web pero, probablemente, esta sea la última gira del mítico bluesman y además era la actuación que la clausuraba.
La otra razón que le daba al concierto cierto toque de clase era el lugar de su celebración - la Plaza Roja. Y precisamente ahí Eric se ha encontrado con los viejos fantasmas de los héroes comunistas enterrados/emparedados en las murallas del Kremlin, encabezados por su lider, Vladimir Ilich Lenin.
Bueno, todo esto son excusas porque anteriormente ya se habían celebrado todo tipo de actividades lúdico-festivas en la plaza nº1 de Rusia a pesar de las protestas del colectivo comunista que, por otra parte, cada vez es menos numeroso y con un poder de presión menor. En la Plaza Roja habían actuado artistas con José Carreras, Paul MCartney y Roger Waters...
Clapton había apalabrado con las autoridades moscovitas el lugar del concierto y, según sus palabras, estaba entusiasmado ante la idea de actuar con la iglesia de San Basilio de fondo. No creo que tuviera el más mínimo interés en que saliera Putin del Kremlin y subiera al escenario a saludarle como hizo con MCartney, pero el marco de la Plaza Roja inspira a cualquiera y el guitarrista probablemente quería apuntarse este tanto.
Unos días antes del concierto, según fuentes del músico, las autoridades de la ciudad le denegaron la autorización para actuar en la Plaza Roja trasladando el concierto a otro lugar cercano. El Ayuntamiento de Moscú no se ha pronunciado sobre el hecho y Clapton solo ha dicho que "me he visto obligado a suspender el concierto por circunstancias ajenas a mi voluntad".
La verdadera razón por la que "Dios" no tocó para Moscú en este año del Señor del 2006 no la sabremos nunca. Puede que sea el orgullo y la envidia del Sir inglés, puede que sea capricho del consistorio moscovita o puede que sean las huestes espectrales de Lenin las que ahuyentaron al blues de la plaza roja porque no les gusta... ¿quién lo sabe?
El caso es que 20.000 seguidores de Eric Clapton nos hemos quedado sin verlo ni oírlo ( así como tampoco a sus teloneros "Robert Cray Band") y una asociación de minusválidos de Rusia se ha quedado sin la mitad de los fondos recaudados que estaban destinados para ellos...
Ayer en la Plaza Roja había gente a las siete de la tarde pero no había ningún escenario y no sonaban los acordes de "Layla", "Cocaine" ni "Wonderful Tonight"...
12 julio, 2006
La siesta de la razón (prescindible)
Alf tiene razón al decir que todo esto de las bitácoras no es mas que un autobombo, una ventanita democrática y pseudo-impersonal desde la cual exhibirse y, en cierto modo, venderse al mejor postor, sin “las desventajas del directo”.
Al igual que nuestro simpático extraterrestre, yo no tengo ninguna intención de intentar excluirme de la lista de exhibicionistas porque, a pesar de que hay niveles, todos pecamos de lo mismo: unos presumen de las cosas que han hecho y otros de cómo las han hecho; unos sitúan al yo por encima de todo y otros lo encubren con la impersonalidad y la perspectiva. Pero todos buscamos el hecho diferencial, todos buscamos que admiren nuestra excepcionalidad.
Y será porque, en el fondo, a mí no me gusta ser del todo consciente del estar en el escenario, pero, últimamente, me está empezando a dar un poco de vergüenza escribir estos textos. Bueno, quizás no sea vergüenza y sea decepción, pero tanto da. Y no porque todos seamos iguales (no es resentimiento), sino porque somos todos excepcionales y ya no quedan facetas escondidas que pulir, resaltar o hacer brillar. Las experiencias se repiten, las alegrías suelen ser comunes y las penas están ya la mayoría tipificadas.
Al igual que nuestro simpático extraterrestre, yo no tengo ninguna intención de intentar excluirme de la lista de exhibicionistas porque, a pesar de que hay niveles, todos pecamos de lo mismo: unos presumen de las cosas que han hecho y otros de cómo las han hecho; unos sitúan al yo por encima de todo y otros lo encubren con la impersonalidad y la perspectiva. Pero todos buscamos el hecho diferencial, todos buscamos que admiren nuestra excepcionalidad.
Y será porque, en el fondo, a mí no me gusta ser del todo consciente del estar en el escenario, pero, últimamente, me está empezando a dar un poco de vergüenza escribir estos textos. Bueno, quizás no sea vergüenza y sea decepción, pero tanto da. Y no porque todos seamos iguales (no es resentimiento), sino porque somos todos excepcionales y ya no quedan facetas escondidas que pulir, resaltar o hacer brillar. Las experiencias se repiten, las alegrías suelen ser comunes y las penas están ya la mayoría tipificadas.
Repetición.
Quizá el estilo, quizá la forma de contar...¿le importa a alguien esto? ¿le importa a alguien algo? No sé, no creo... además de que la forma de contar depende del estado de ánimo, de lo que lleva uno dentro en un momentos determinado y no de la maestría que uno demuestre juntando letras. El estilo, la planta, la pose, la figura, son cosas de las que no es demasiado elegante presumir porque sin un trasfondo no dicen nada. Están ahí y basta. Surgen, crecen, se muestran, se demuestran, se vierten... como las uñas, como el pelo.
Y es que en esta vida todo hay que tomárselo de una forma más natural y menos dramática. Mi “penúltima” visita a la necrópolis de personalidades de la vida cultural y política de Rusia del siglo XVIII que hay en el territorio de la Lavra (catedral) de Alexander Nevsky en San Petersburgo me hizo reflexionar sobre ello. Esta es, en fondo, una reflexión millones de veces hecha y miles de veces expresada con brillantez a largo de la historia sobre la futilidad de la vida humana y sobre las tribulaciones de los hombres.
Paseando entre tumbas de prohombres y mujeres de la época. Caí en la cuenta de que no conocía a casi nadie, ni yo ni mis acompañantes rusos. Alguno de los difuntos ha quedado como eco en algún manual de historia. Un par de excepciones, como Mijaíl Lomonosov, han sobrevivido y la gente se acuerda de ellos, pero el paso del tiempo los deshumanizará y los convertirá en mitos, en figuras irreales muy alejadas de su esencia humana y de los hombres y mujeres que fueron.
En fin, que el que quiera desarrollar esto de los blogs o bitácoras y dedicarse al strip-tease intelectual pues que lo haga. Lo importante es mantenerse ocupadito el mayor tiempo posible. Y ¿quién sabe? Igual la terapia surge efecto y con las pastillitas se va por fin la depresión de tantos años y con ella este estilo viscoso y somnoliento de resina de pino medioseca; y estas pajas mentales plasmadas en papel que algunos pierden su tiempo en leer.
Así, os dejaré en paz para siempre.
15 junio, 2006
El Colapso
Este fin de semana lo pasé fuera de la ciudad, en el campo, a orillas del Volga, en un lugar muy bonito con una naturaleza de exuberante verdor. El tiempo bueno aunque cambiante, el hotel flojo y la comida mala. Lo de siempre en estos casos de salida de fin de semana a la provincia rusa.
Con el paso del tiempo, Moscú va cambiando, en general para bien aunque, lamentablemente, los cambios en Rusia parece que solo se circunscriben a esta megapólis con forma de pulpo, dejando todo lo demás anclado en su herrumbre secular. De eso te das cuenta en seguida, en el mismo momento que intentas salir de la ciudad, al atravesar la puerta de acceso a cualquiera de sus estaciones de tren .
El caos, el polvo, la mugre y la resignación de ropa vieja se pueden ver ya en las taquillas de los trenes de cercanía. Nada ha cambiado en los últimos quince años - ¡Dios, quince años ya..!- Los mismos enormes vagones destartalados de bancos de madera y puertas corredizas. En en fondo no son feos. Muchos de ellos son de fabricación reciente pero lucen vetustos y parecen sacados de un museo, de otra época, de otra dimensión que chirría al contacto con esta. Son vagones de estética "sixty soviet" pasados por el tamiz de la desidia y la dejadez. Mal pintados, con las puertas atrancadas y los cristales eternamente sucios. Y todos llenos a reventar, con todos los bancos ocupados, con los pasillos abarrotados y la gente embutida entre bultos y botes de cerveza matinal. Gente triste, de mirada perdida, esperanza olvidada y ademán violento.
Estas escenas, este tipo de escenas al principio resultan chocantes, después - irritantes, posteriormente pasan a la categoría de comedia forzada y terminan por convertirse en algo triste, gris plomizo, como un dolor sordo que te corroe el alma.
Y sin embargo, después de un regreso realizado en autobús por probar otras vías de transporte, se llega a la conclusión de que el viaje en tren es solo un purgatorio. Moscú también ha cambiado para mal en espacio. Esta ciudad se ha hecho pequeña, está saturada hasta más no poder. Es una urbe planificada para no más de cuatro o cinco millones de habitantes que, actualmente soporta oficialmente a unos once, pero que en realidad debe pasar de los quince.
De planta radial, medieval, con lo valioso en el centro y con unos accesos tortuosos para dificultar la entrada del invasor, la capital de Rusia es una ciudad monstruosa y centro de peregrinaje en la que todo ruso quiere vivir, como colofón sus ambiciones de progreso y de bonanza, lejos del estancamiento y la desesperación de sus madrigueras. Otra instantánea del tercer mundo, como Rio de Janeiro o Mumbai.
Y lo que dificulta la entrada, dificulta la salida y dificulta el movimiento. La circulación en Moscú no es difícil, ni caótica. Esta colapsada. Las horas punta cada vez son más. Por las calles solo se puede circular con cierta fluidez de madrugada. Desplazarse en coche en esta ciudad es garantía de llegar tarde, desesperarse en el camino y tragar gases a mansalva, por mucho que el coche sea un Lexus o un Land Cruiser siempre se comparte el asfalto con los zhigulí o los Izh nacionales - generosos surtidores de monóxido de carbono, plomo y otras delícias de la combustión de la adulterada gasolína del país.
Nuestro viaje sirve como ejemplo de lo atribulado de la circulación. La ida en tren nos costó dos horas y el regreso en autobús – tres; con la salvedad de que salimos del centro de la ciudad y volvimos al extrarradio de la misma en la mañana de un día festivo.
Semáforos, atascos, adelantamientos espeluznantes por las cunetas, atolladeros en cada pueblo... en seguida se evapora el poso de paz acumulado a orillas del Volga.
Yo he tenido en esta ciudad dos coches pero me deshice de ellos, por distintas razones. El automóvil en esta ciudad es un lujo de utilidad cierta, pero puntual. Caro y enfadado, una fuente de estrés, problemas y malas vibraciones.
Y en esta vida perder el tiempo en vano es criminal...
Con el paso del tiempo, Moscú va cambiando, en general para bien aunque, lamentablemente, los cambios en Rusia parece que solo se circunscriben a esta megapólis con forma de pulpo, dejando todo lo demás anclado en su herrumbre secular. De eso te das cuenta en seguida, en el mismo momento que intentas salir de la ciudad, al atravesar la puerta de acceso a cualquiera de sus estaciones de tren .
El caos, el polvo, la mugre y la resignación de ropa vieja se pueden ver ya en las taquillas de los trenes de cercanía. Nada ha cambiado en los últimos quince años - ¡Dios, quince años ya..!- Los mismos enormes vagones destartalados de bancos de madera y puertas corredizas. En en fondo no son feos. Muchos de ellos son de fabricación reciente pero lucen vetustos y parecen sacados de un museo, de otra época, de otra dimensión que chirría al contacto con esta. Son vagones de estética "sixty soviet" pasados por el tamiz de la desidia y la dejadez. Mal pintados, con las puertas atrancadas y los cristales eternamente sucios. Y todos llenos a reventar, con todos los bancos ocupados, con los pasillos abarrotados y la gente embutida entre bultos y botes de cerveza matinal. Gente triste, de mirada perdida, esperanza olvidada y ademán violento.
Estas escenas, este tipo de escenas al principio resultan chocantes, después - irritantes, posteriormente pasan a la categoría de comedia forzada y terminan por convertirse en algo triste, gris plomizo, como un dolor sordo que te corroe el alma.
Y sin embargo, después de un regreso realizado en autobús por probar otras vías de transporte, se llega a la conclusión de que el viaje en tren es solo un purgatorio. Moscú también ha cambiado para mal en espacio. Esta ciudad se ha hecho pequeña, está saturada hasta más no poder. Es una urbe planificada para no más de cuatro o cinco millones de habitantes que, actualmente soporta oficialmente a unos once, pero que en realidad debe pasar de los quince.
De planta radial, medieval, con lo valioso en el centro y con unos accesos tortuosos para dificultar la entrada del invasor, la capital de Rusia es una ciudad monstruosa y centro de peregrinaje en la que todo ruso quiere vivir, como colofón sus ambiciones de progreso y de bonanza, lejos del estancamiento y la desesperación de sus madrigueras. Otra instantánea del tercer mundo, como Rio de Janeiro o Mumbai.
Y lo que dificulta la entrada, dificulta la salida y dificulta el movimiento. La circulación en Moscú no es difícil, ni caótica. Esta colapsada. Las horas punta cada vez son más. Por las calles solo se puede circular con cierta fluidez de madrugada. Desplazarse en coche en esta ciudad es garantía de llegar tarde, desesperarse en el camino y tragar gases a mansalva, por mucho que el coche sea un Lexus o un Land Cruiser siempre se comparte el asfalto con los zhigulí o los Izh nacionales - generosos surtidores de monóxido de carbono, plomo y otras delícias de la combustión de la adulterada gasolína del país.
Nuestro viaje sirve como ejemplo de lo atribulado de la circulación. La ida en tren nos costó dos horas y el regreso en autobús – tres; con la salvedad de que salimos del centro de la ciudad y volvimos al extrarradio de la misma en la mañana de un día festivo.
Semáforos, atascos, adelantamientos espeluznantes por las cunetas, atolladeros en cada pueblo... en seguida se evapora el poso de paz acumulado a orillas del Volga.
Yo he tenido en esta ciudad dos coches pero me deshice de ellos, por distintas razones. El automóvil en esta ciudad es un lujo de utilidad cierta, pero puntual. Caro y enfadado, una fuente de estrés, problemas y malas vibraciones.
Y en esta vida perder el tiempo en vano es criminal...
31 mayo, 2006
Un resto del constructivismo
Moscú se encuentra en obras, invadida por los andamios y las grúas. La verdad es que, tal y como está buena parte de la ciudad, la epidemia de fiebre constructora que amenaza con alicatar todas nuestras costas y que ha llegado hasta aquí con el retraso tradicional, se hace sencillamente necesaria.
Moscú es una ciudad muy interesante. Es una megapolis caótica y urbanisticamente anticuada, de planta radial - como todas las ciudades de origen medieval- pero de tejido arquitectónico destrozado por el paso del tiempo, el desinterés por la armonía y las veleidades estéticas ideológico-mastodónticas del comunismo y de su actual alcalde.
Moscú luce desde el aire como una manta de retales, alternando zonas de viviendas más o menos homogéneas con zonas industriales dentro de la ciudad (e incluso cerca del centro) y grandes espacios verdes. A excepción de la zona lindante con el Kremlin, casi todos los barrios antiguos han visto sajada su faz historica con edificios de paneles baratos de grandes dimensiones - celdas para el proletariado-, y monumentos megalómanos nacidos del ego y del apetito de la clase dirigente actual.
No es una ciudad de paisajes, de miradores... Moscú es una ciudad de rincones, de patios, de joyas o de mostruosidades, de carbunchos semiocultos. Hay que patear sus calles y meterse en todas las calles y por detrás de todos los edificios, porque siempre hay algo escondido que merece la pena ser visto.
Los rusos nunca se han preocupado mucho por el aspecto exterior de sus casas. No conforman un colectivo ni muy limpio, ni muy ordenado; no son unos fanáticos del orden y la limpieza como sus vecinos los suecos o los alemanes, aunque tampoco son tan guarros como los chinos. Quizá por esto la mayoría de los monumentos, caserones, palacetes, residencias y demás legados históricos están, si no en ruínas, sí cubiertos de polvo, desvencijados, abandonados.
Pero, a veces, son susceptibles como los adolescentes cuando reciben críticas indirectas como la reciente de una organización internacional de arquitectos al incluír una pieza única de la arquitectura mundial en un listado de edificios ruinosos y olvidados.
Se trata de la Casa Narkomfina, un clásico absoluto. El edificio fue construido durante el periodo entre 1928-1930 para los funcionarios del Comisariado Popular de Finanzas, según el proyecto de Moisés Ginsburg e impulsado por el comisario de finanzas de entonces, que era gran amante de la arquitectura de vanguardia.
El edificio ha sido dejado de la mano de Dios y desde hace ochenta años, nadie se ha preocupado por darle ni una mano de pintura. En la mitad de los apartamentos no vive nadie porque son inhabitables. Hoy únicamente es visitado por arquitectos de todo el mundo que lo han hecho lugar de peregrinación profesional obligada, por los mendigos sin casa que se se refugian en sus rincones abandonados y por las escasas familias que lo habitan.
Bien es verdad que para el lego en la materia del ladrillo, la escuadra y el cartabón, el edificio de marras es un esperpento que apetece demoler al instante (lo mismo han debido pensar los mandamases de esta ciudad desde hace muchos lustros), pero, claro, el lugar tiene su historia y un transfondo que lo hacen único.
El Dom Narkomfina es uno de los pocos ejemplos del constructivismo tan en boga a principios del siglo pasado y, probablemente, el único que llegó a ser plasmado hasta sus últimas consecuencias. Es un canto a la economía, a la lógica y es un reflejo de la sociología de la época. No existe el primer piso, el edificio se sostiene sobre multiples pilares. Para ahorrar espacio los apartamentos carecen de cocina y de baño aunque ,paradójicamente, en algunos punto del edificio los techos son de hasta siete metros de altura. En la Rusia post-revolucionaria había un gran déficit de viviendas y la filosofía comunista de la época presuponía que los trabajadores solo debían estar ocupados en sus tareas de producción.
Las actividades lúdicas y de sustento recaían en otros trabajadores, así, de la preparación de comida, del lavado de la ropa y de las instalaciones de higíene personal se ocupaban otros operarios. Para esos menesteres, al lado del Dom Narkomfin, existía (y todavía existe) un edificio secundario adonde todos los días los inquilinos del mismo se dirigían para alimentarse y lavarse.
Otra de las peculiaridades de esa casa es que todas la ventanas de los dormitorios están orientadas hacia el este para que los primeros rayos del sol se colaran por las ventanas y despertaran a los trabajadores para que se pusieran manos a la obra (puede que por esto en Rusia nunca ponen persianas en las ventanas).
Una lugar sacada de la cualquier novela utópica, una casa teórica, ideológica al estilo "1984" de Orwell o "Un Mundo Felíz" de Huxley. Sociedades monstruosas, comunales, de insectos, que la mente humana intentó imponer y que fracasaron ante la naturaleza individualista del simio que somos.
De todo aquello nos ha quedado un eco en forma de vivienda que para evitar que diluya en el tiempo, quieren convertir en un hotel.
27 marzo, 2006
Usos y costumbres (reedición)
ПО ПОВОДУ ПРЕСЛОВУТОГО «СМЕЩЕНИЯ ФАЗЫ».
(Sobre el ya manido “desfase”)
Всегда трудно начинать такого рода рассказов, и трудно прежде всего потому что нужен особый талант, чтобы правдивым образом рассказать реальные события, сильно отдающие фантазией. То есть, чтобы читатель воспринимал прочитанного как правда, ни на секунду не сомневаясь; а у меня такого дара нет...
Bueno, como el tema en sí carece de interés para los lectores rusos, continuaré en castellano. En realidad, los hechos que os voy a contar no entran dentro de lo habitual , aunque tampoco son extraordinarios. Francamente a mí no me parecen sorprendentes, quizá porque llevo demasiado tiempo aquí y estoy curado de espanto, o porque estoy tan “injertado” en esta sociedad que sus usos y costumbres ya no me escandalizan. Lo que sí sé es que para el lector ibérico - o al menos para el lector no ruso - resultará un tanto curioso.
El sábado pasado, Oleg[1] vino a mi casa a comer. Llegamos a casa hablando de tonterías, de una cosa, de otra... La reunión que empezó con tintes gastronómicos terminó por otros derroteros tan habituales en las conversaciones masculinas. Para conocer bien a la gente no hay nada mejor que prestar atención a los detalles banales, a esas cosas que se dicen sin pensar y, por tanto, sin máscara premeditada, defensa ni cálculo. El comentario de mi amigo sobre el arroz al horno que nos comimos puede servir de llave para descubrir una faceta del carácter ruso. Según Oleg, el arroz requería ser acompañado por un poco de alcohol, de lo cual se deduce que para los rusos una comida sin vodka no es del todo una comida, sino un acto de ingerir alimento; y una invitación sin vodka puede ser casi un insulto. El comentario ya lo han hecho mil veces y una vez más me supuso una pequeña satisfacción - la de ganar una nueva apuesta conmigo mismo “...a que lo dice, a que lo dice...”, a unos se les escapa antes de la comida y a otros después, dependiendo de su educación y su saber estar. En resumidas cuentas, Oleg se comió casi todas las costillas, la morcilla y la panceta, dejando para mí la mayor parte del arroz y tomate asado. Oleg no es muy diplomático, dice y hace lo que piensa, sin dobleces – lo cual siempre es de agradecer, y más en este país donde todo el mundo es amigo del alma pero nunca sabes de qué alma - y en un último intento de quedar bien empezó diciéndome que el arroz estaba bueno, para terminar por hacer trizas sus buenas intenciones con un “aunque yo le hubiese echado smetana”.
Después de la comida, y apurando una copa de vino español, al que no le encontró peros, entramos en situación. El tema se desvió de un pecado capital a otro, de la gula a la lujuria. En el caso de los rusos es muy difícil hablar de pecado, o de vicio, en estos temas. Para el ruso (y la rusa) tanto la gula como la lujuria carecen del barniz de pasión incontrolada y mórbida. Cuando tienen hambre - comen, y cuando tienen apetito sexual, lo sacian sin grandilocuencias ni oropeles[2]... bueno, se podría decir que en el fondo no hay nada personal...
-...estoy harto, las mujeres son unas terroristas sexuales, menos mal que en el gimnasio la situación es tranquila en ese aspecto... si no, me cambiaría de trabajo...
-¿Qué te pasa, hombre? ¿te dan mucho la lata?
-En Krasnogorsk, sí. El otro día pasé por casa de una conocida, no había cenado y ella lo debió notar; me hizo que me sentara, me dio de cenar y me ofreció una copita de vodka, ya sabes con el “¿quieres un poco de vodkita?”[3].
-No está mal, no, aunque después se quejan de que el marido les bebe...
-a estas mujeres no hay quién las entienda, si no tienen al borracho, lo buscan. Tengo un amigo que es un chico estupendo – no bebe y tiene un buen trabajo – al que su mujer le pone los cuernos con un alcohólico terminal...
-Me lo creo, algún caso conozco de esos.
-Bueno, a lo que íbamos, el caso es que yo me había pasado para dejar una cosa en su casa y entre el ofrecimiento de la copita y el descubrirme en su cama desnudo con ella no recuerdo nada. No soy consciente de la cadena de sucesos que llevó de una cosa a otra. ¿qué hago en esta cama? ¿Porqué estoy follando con esta mujer? En realidad no tenía intención ni ganas...
-Buenas amigas... o conocidas tienes tú; además, si ya sabes lo que pasa ¿para qué vas? De todas formas algo te llevaste, al menos una cena gratis... y buena compañía.
-No, si no me quejo, pero es que en el fondo soy un romántico y soy de los que piensan que hay que tener una sola mujer...
-¿Y esta tenía marido?
-No lo sé, creo que no, que está sola.
-Entonces hiciste una buena acción... o más bien ella se procuró la buena acción porque ya sabes, él propone y ella dispone. Si ellas no quieren no hay... ¿Tenía novio o similar?
-No, estará sola, tiene mi edad, además, si yo supiera que tiene novio no me inmiscuiría, ya sabes, tragedias, corazones rotos y al final me toca partirle la cara al pobre chaval (обчистить морду), que va a ir detrás de ella una temporadita.
-Bueno, tampoco es para tanto, porque a ti que te den una buena pelea y además la “ternera” tampoco te va a durar más de un par de noches ¿no será amor?
-No, no... me gustaría enamorarme pero hoy en día es muy difícil encontrar una chica de quién enamorarse y con quién casarse... las niñas de hoy son unas golfas... la otra noche, hace unas semanas me fui a la discoteca de Krasnogorsk con unos amigos. Allí nos encontramos con unas chicas conocidas. Bueno yo conocía a una de ellas de habernos visto otras veces, a las otras no las había visto nunca. Bueno estuvimos charlando, bailando y bebiendo. Pero no sé por qué allá a las 2 de la mañana se me puso dolor de cabeza, tenía el cuerpo un poco mal...
-¿No sería la bebida?
-No creo porque otras veces he bebido más y nunca me ha dado dolor de cabeza, además ¿quién se emborracha con solo 7 botellas de Stariy Melnik? Bueno, el caso es que opté por irme a casa y aproveché que se iban las niñas para irme con ellas.
-¿Para cepillártelas, bandido?
-No, no, qué va, si me dolía la cabeza muchísimo, tanto que en la calle me encontré peor y le dije a mi amiga “¿ Oye, Valya, me puedo quedar esta noche en tu casa a dormir? Me parece que no estoy en condiciones de llegar hasta mi casa...”.
-¿Seguro que no estabas borracho?
-¡Que no, coño!
-Estaría como una cuba...
-El tema es que estaba mal y Valya me contestó que sí, que sus padres no estaban en casa y que podía quedare a dormir. Subimos al apartamento y me acosté, estaba que no podía más...
-¿Subisteis los dos solos al apartamento...?
-bueno, no ella subió con sus amigas, eran tres.
-Oye, por cierto, ¿qué edad tenían las chicas? ¿De tu edad, 28, 30?
-No sé, nunca le he preguntado la edad a la niña... 18 o 19 deben tener... pero son unas desvergonzadas.
-GUM...”primera clase”.
-Yo tenía la puerta de la habitación abierta y con la entrada enfrente del baño, de repente empiezo a oír risas y abro los ojos. La puerta del baño se abre de par en par y salen las tres de allí como una exhalación, desnudas y se me echan en la cama. Yo me puse a gritarles “¡Largaos de aquí, que me duele la cabeza y me encuentro muy mal!” ; ellas – venga la risa, haciéndome cosquillas y metiéndome mano. Finalmente me resigné y les di servicio a las tres...
-La verdad es que mucho no te resistirías y muy mal tampoco te encontrarías.
-En serio, que me encontraba de puta pena, pero estaba claro que no me iban a dejar en paz, además llegué a un acuerdo con ellas para que después de que me las follara, me dejaran dormir en paz. Terminé, me acomodé en la cama y me fui adormilando poco a poco, con la cabeza pesada como sí fuera de plomo. De repente, noto que me despiertan... que me están pajeando...
-La verdad es que a mí una cosa semejante... ¡Es que parece una Peli porno! pero lo que tengo claro es que si tengo mal el cuerpo y me revienta la cabeza a mí no me la levantan ni con un gato...
-bueno, a mí se me levanta con relativa facilidad... además, estas zorras eran bastante experimentadas, ya saben como hacerlo para que se levante... se me levantó, pero es como esas veces que se te pone dura pero no quieres follar...
La conversación continuó y se fue disipando poco a poco. Oleg se quejó de que no encuentra mujer, que esa vida que lleva no es buena. Yo le aconsejé que se busque una de unos treinta, entre esas hay alguna esperanza (pocas) de encontrarse con alguna cabeza con una cantidad tolerable de pajaritos, que si tal que si cual... tampoco insistí mucho, porque no es que sufra demasiado. En realidad, a Oleg todo esto le pareció mal porque le dolía la cabeza. Esto su vida, lo que les va, a lo que están acostumbrados.
En ningún momento se me ocurrió poner en duda la veracidad de su historia. La mentira o exageración en algo tan banal para ellos como el sexo no tiene sentido. A ellos les parece casi divertido que sea un tema tan morboso para nosotros.
Por otra parte, mi experiencia en este país me ha llevado a ser testigo directo o a oír historias de semejante fuste. En realidad podría contar muchos cuentos de estos pero ¿para qué repetirme? esto es solo una muestra de un aspecto más de la realidad de este país, quizá del aspecto más peligroso para el colectivo masculino y joven. La tentación es muy grande, sí pero en esta vida hay que pagar por todo, y el precio puede que resulte demasiado alto... iba a ponerme a filosofar pero lo dejo para otra vez, “a buen entendedor...”.
Por último, hubiera sido lo suyo que esta historieta se hubiera escrito en en ruso. En realidad me he tenido que esforzar por traducirla, pero mis principales lectores no la hubieran podido apreciar en su justa medida...
[1] el entrenador del gimnasio donde voy
[2] Siempre hay casos novelescos, pero son los menos.
[3] Esto es una pregunta retórica a la que no es necesario responder.
(Sobre el ya manido “desfase”)
Всегда трудно начинать такого рода рассказов, и трудно прежде всего потому что нужен особый талант, чтобы правдивым образом рассказать реальные события, сильно отдающие фантазией. То есть, чтобы читатель воспринимал прочитанного как правда, ни на секунду не сомневаясь; а у меня такого дара нет...
Bueno, como el tema en sí carece de interés para los lectores rusos, continuaré en castellano. En realidad, los hechos que os voy a contar no entran dentro de lo habitual , aunque tampoco son extraordinarios. Francamente a mí no me parecen sorprendentes, quizá porque llevo demasiado tiempo aquí y estoy curado de espanto, o porque estoy tan “injertado” en esta sociedad que sus usos y costumbres ya no me escandalizan. Lo que sí sé es que para el lector ibérico - o al menos para el lector no ruso - resultará un tanto curioso.
El sábado pasado, Oleg[1] vino a mi casa a comer. Llegamos a casa hablando de tonterías, de una cosa, de otra... La reunión que empezó con tintes gastronómicos terminó por otros derroteros tan habituales en las conversaciones masculinas. Para conocer bien a la gente no hay nada mejor que prestar atención a los detalles banales, a esas cosas que se dicen sin pensar y, por tanto, sin máscara premeditada, defensa ni cálculo. El comentario de mi amigo sobre el arroz al horno que nos comimos puede servir de llave para descubrir una faceta del carácter ruso. Según Oleg, el arroz requería ser acompañado por un poco de alcohol, de lo cual se deduce que para los rusos una comida sin vodka no es del todo una comida, sino un acto de ingerir alimento; y una invitación sin vodka puede ser casi un insulto. El comentario ya lo han hecho mil veces y una vez más me supuso una pequeña satisfacción - la de ganar una nueva apuesta conmigo mismo “...a que lo dice, a que lo dice...”, a unos se les escapa antes de la comida y a otros después, dependiendo de su educación y su saber estar. En resumidas cuentas, Oleg se comió casi todas las costillas, la morcilla y la panceta, dejando para mí la mayor parte del arroz y tomate asado. Oleg no es muy diplomático, dice y hace lo que piensa, sin dobleces – lo cual siempre es de agradecer, y más en este país donde todo el mundo es amigo del alma pero nunca sabes de qué alma - y en un último intento de quedar bien empezó diciéndome que el arroz estaba bueno, para terminar por hacer trizas sus buenas intenciones con un “aunque yo le hubiese echado smetana”.
Después de la comida, y apurando una copa de vino español, al que no le encontró peros, entramos en situación. El tema se desvió de un pecado capital a otro, de la gula a la lujuria. En el caso de los rusos es muy difícil hablar de pecado, o de vicio, en estos temas. Para el ruso (y la rusa) tanto la gula como la lujuria carecen del barniz de pasión incontrolada y mórbida. Cuando tienen hambre - comen, y cuando tienen apetito sexual, lo sacian sin grandilocuencias ni oropeles[2]... bueno, se podría decir que en el fondo no hay nada personal...
-...estoy harto, las mujeres son unas terroristas sexuales, menos mal que en el gimnasio la situación es tranquila en ese aspecto... si no, me cambiaría de trabajo...
-¿Qué te pasa, hombre? ¿te dan mucho la lata?
-En Krasnogorsk, sí. El otro día pasé por casa de una conocida, no había cenado y ella lo debió notar; me hizo que me sentara, me dio de cenar y me ofreció una copita de vodka, ya sabes con el “¿quieres un poco de vodkita?”[3].
-No está mal, no, aunque después se quejan de que el marido les bebe...
-a estas mujeres no hay quién las entienda, si no tienen al borracho, lo buscan. Tengo un amigo que es un chico estupendo – no bebe y tiene un buen trabajo – al que su mujer le pone los cuernos con un alcohólico terminal...
-Me lo creo, algún caso conozco de esos.
-Bueno, a lo que íbamos, el caso es que yo me había pasado para dejar una cosa en su casa y entre el ofrecimiento de la copita y el descubrirme en su cama desnudo con ella no recuerdo nada. No soy consciente de la cadena de sucesos que llevó de una cosa a otra. ¿qué hago en esta cama? ¿Porqué estoy follando con esta mujer? En realidad no tenía intención ni ganas...
-Buenas amigas... o conocidas tienes tú; además, si ya sabes lo que pasa ¿para qué vas? De todas formas algo te llevaste, al menos una cena gratis... y buena compañía.
-No, si no me quejo, pero es que en el fondo soy un romántico y soy de los que piensan que hay que tener una sola mujer...
-¿Y esta tenía marido?
-No lo sé, creo que no, que está sola.
-Entonces hiciste una buena acción... o más bien ella se procuró la buena acción porque ya sabes, él propone y ella dispone. Si ellas no quieren no hay... ¿Tenía novio o similar?
-No, estará sola, tiene mi edad, además, si yo supiera que tiene novio no me inmiscuiría, ya sabes, tragedias, corazones rotos y al final me toca partirle la cara al pobre chaval (обчистить морду), que va a ir detrás de ella una temporadita.
-Bueno, tampoco es para tanto, porque a ti que te den una buena pelea y además la “ternera” tampoco te va a durar más de un par de noches ¿no será amor?
-No, no... me gustaría enamorarme pero hoy en día es muy difícil encontrar una chica de quién enamorarse y con quién casarse... las niñas de hoy son unas golfas... la otra noche, hace unas semanas me fui a la discoteca de Krasnogorsk con unos amigos. Allí nos encontramos con unas chicas conocidas. Bueno yo conocía a una de ellas de habernos visto otras veces, a las otras no las había visto nunca. Bueno estuvimos charlando, bailando y bebiendo. Pero no sé por qué allá a las 2 de la mañana se me puso dolor de cabeza, tenía el cuerpo un poco mal...
-¿No sería la bebida?
-No creo porque otras veces he bebido más y nunca me ha dado dolor de cabeza, además ¿quién se emborracha con solo 7 botellas de Stariy Melnik? Bueno, el caso es que opté por irme a casa y aproveché que se iban las niñas para irme con ellas.
-¿Para cepillártelas, bandido?
-No, no, qué va, si me dolía la cabeza muchísimo, tanto que en la calle me encontré peor y le dije a mi amiga “¿ Oye, Valya, me puedo quedar esta noche en tu casa a dormir? Me parece que no estoy en condiciones de llegar hasta mi casa...”.
-¿Seguro que no estabas borracho?
-¡Que no, coño!
-Estaría como una cuba...
-El tema es que estaba mal y Valya me contestó que sí, que sus padres no estaban en casa y que podía quedare a dormir. Subimos al apartamento y me acosté, estaba que no podía más...
-¿Subisteis los dos solos al apartamento...?
-bueno, no ella subió con sus amigas, eran tres.
-Oye, por cierto, ¿qué edad tenían las chicas? ¿De tu edad, 28, 30?
-No sé, nunca le he preguntado la edad a la niña... 18 o 19 deben tener... pero son unas desvergonzadas.
-GUM...”primera clase”.
-Yo tenía la puerta de la habitación abierta y con la entrada enfrente del baño, de repente empiezo a oír risas y abro los ojos. La puerta del baño se abre de par en par y salen las tres de allí como una exhalación, desnudas y se me echan en la cama. Yo me puse a gritarles “¡Largaos de aquí, que me duele la cabeza y me encuentro muy mal!” ; ellas – venga la risa, haciéndome cosquillas y metiéndome mano. Finalmente me resigné y les di servicio a las tres...
-La verdad es que mucho no te resistirías y muy mal tampoco te encontrarías.
-En serio, que me encontraba de puta pena, pero estaba claro que no me iban a dejar en paz, además llegué a un acuerdo con ellas para que después de que me las follara, me dejaran dormir en paz. Terminé, me acomodé en la cama y me fui adormilando poco a poco, con la cabeza pesada como sí fuera de plomo. De repente, noto que me despiertan... que me están pajeando...
-La verdad es que a mí una cosa semejante... ¡Es que parece una Peli porno! pero lo que tengo claro es que si tengo mal el cuerpo y me revienta la cabeza a mí no me la levantan ni con un gato...
-bueno, a mí se me levanta con relativa facilidad... además, estas zorras eran bastante experimentadas, ya saben como hacerlo para que se levante... se me levantó, pero es como esas veces que se te pone dura pero no quieres follar...
La conversación continuó y se fue disipando poco a poco. Oleg se quejó de que no encuentra mujer, que esa vida que lleva no es buena. Yo le aconsejé que se busque una de unos treinta, entre esas hay alguna esperanza (pocas) de encontrarse con alguna cabeza con una cantidad tolerable de pajaritos, que si tal que si cual... tampoco insistí mucho, porque no es que sufra demasiado. En realidad, a Oleg todo esto le pareció mal porque le dolía la cabeza. Esto su vida, lo que les va, a lo que están acostumbrados.
En ningún momento se me ocurrió poner en duda la veracidad de su historia. La mentira o exageración en algo tan banal para ellos como el sexo no tiene sentido. A ellos les parece casi divertido que sea un tema tan morboso para nosotros.
Por otra parte, mi experiencia en este país me ha llevado a ser testigo directo o a oír historias de semejante fuste. En realidad podría contar muchos cuentos de estos pero ¿para qué repetirme? esto es solo una muestra de un aspecto más de la realidad de este país, quizá del aspecto más peligroso para el colectivo masculino y joven. La tentación es muy grande, sí pero en esta vida hay que pagar por todo, y el precio puede que resulte demasiado alto... iba a ponerme a filosofar pero lo dejo para otra vez, “a buen entendedor...”.
Por último, hubiera sido lo suyo que esta historieta se hubiera escrito en en ruso. En realidad me he tenido que esforzar por traducirla, pero mis principales lectores no la hubieran podido apreciar en su justa medida...
[1] el entrenador del gimnasio donde voy
[2] Siempre hay casos novelescos, pero son los menos.
[3] Esto es una pregunta retórica a la que no es necesario responder.
23 marzo, 2006
Matando el tiempo
El otro día estuve escuchando una tertulia sobre el concepto de perfección en la radio. Era en la Cadena Ser que, ahora con el milagro de Internet, se puede escuchar... perfectamente, casi en cualquier parte del mundo; aunque sin el romanticismo del crepitar de las ondas de radio en los avatares de la atmósfera terrestre.
¿ A quién le puede importar eso? Y esa misma reflexión me pilló un poco por sorpresa. Quizá importaba hace tiempo, en la infancia..., más bien durante la adolescencia, cuando defendía con más firmeza que nunca la idea más peregrina y cambiante, y buscaba una referencia inmutable de facetas perfectas.
Durante esa pubertad que me crecía desmesurada y rápida, apresurada y desigual. Cuando mi traje era ancho o estrecho, largo o corto dependiendo el día y de la parte del cuerpo, dependiendo del momento. Tiempo de desasosiego cuando la incomodidad me hacía buscar a tientas ese estado perfecto, ese lugar perfecto; la belleza perfecta, a la persona perfecta... Días intranquilos y noches inquietas de costado en costado buscando dormir.
Los días diáfanos de la infancia, de conciencia limitada y perfecta quietud, de mañanas alegres y sueño placido me habían abandonado para siempre. Y todavía no habían llegado las noches serenas, cuando la certeza y la resignación de la madurez obligaban a un pacto de no agresión en el que está escrito que las cosas son como son y que lo más razonablemente perfecto es tomarlas de la mejor manera posible.
Los locutores preguntaban a los invitados a la tertulia sobre su concepto de perfección... Las preguntas iban y venían. Todos dudaban porque todos dudamos. La cuestión es inconcreta, incómoda, íntima. Pertenece al territorio profundo, al núcleo de nuestras almas imperfectas, donde anidan nuestros miedos y nuestras inseguridades, donde nuestros demonios luchan denodadamente por perturbar nuestra paz.
Nadie sabía contestar con exactitud, todos se iban por las ramas, divagando; y se asían a la argolla de la inexistencia del concepto o a la paradoja de la perfección de lo imperfecto; a que es aburrida e inservible, insoportable...la perfección.
Y no sé si pensar que no existe la perfección y sí los momentos perfectos: esas situaciones, esos instantes que ya no dan más de sí en su pureza de cristal de roca y que se deshacen con la misma rapidez con la que nacieron, inesperadamente. La perfección sí existe pero el tiempo pasa para ella. La perfección germina, toma forma y plenitud, envejece y se muere con nosotros a cada segundo que pasa. El momento perfecto es lo único que tenemos, de vez en cuando.
¿ A quién le puede importar eso? Y esa misma reflexión me pilló un poco por sorpresa. Quizá importaba hace tiempo, en la infancia..., más bien durante la adolescencia, cuando defendía con más firmeza que nunca la idea más peregrina y cambiante, y buscaba una referencia inmutable de facetas perfectas.
Durante esa pubertad que me crecía desmesurada y rápida, apresurada y desigual. Cuando mi traje era ancho o estrecho, largo o corto dependiendo el día y de la parte del cuerpo, dependiendo del momento. Tiempo de desasosiego cuando la incomodidad me hacía buscar a tientas ese estado perfecto, ese lugar perfecto; la belleza perfecta, a la persona perfecta... Días intranquilos y noches inquietas de costado en costado buscando dormir.
Los días diáfanos de la infancia, de conciencia limitada y perfecta quietud, de mañanas alegres y sueño placido me habían abandonado para siempre. Y todavía no habían llegado las noches serenas, cuando la certeza y la resignación de la madurez obligaban a un pacto de no agresión en el que está escrito que las cosas son como son y que lo más razonablemente perfecto es tomarlas de la mejor manera posible.
Los locutores preguntaban a los invitados a la tertulia sobre su concepto de perfección... Las preguntas iban y venían. Todos dudaban porque todos dudamos. La cuestión es inconcreta, incómoda, íntima. Pertenece al territorio profundo, al núcleo de nuestras almas imperfectas, donde anidan nuestros miedos y nuestras inseguridades, donde nuestros demonios luchan denodadamente por perturbar nuestra paz.
Nadie sabía contestar con exactitud, todos se iban por las ramas, divagando; y se asían a la argolla de la inexistencia del concepto o a la paradoja de la perfección de lo imperfecto; a que es aburrida e inservible, insoportable...la perfección.
Y no sé si pensar que no existe la perfección y sí los momentos perfectos: esas situaciones, esos instantes que ya no dan más de sí en su pureza de cristal de roca y que se deshacen con la misma rapidez con la que nacieron, inesperadamente. La perfección sí existe pero el tiempo pasa para ella. La perfección germina, toma forma y plenitud, envejece y se muere con nosotros a cada segundo que pasa. El momento perfecto es lo único que tenemos, de vez en cuando.
26 febrero, 2006
25 febrero, 2006
La trastienda del Flirt
No te sientes diferente, muy al contrario, en realidad todo te parece igual que antes, que hace diez, veinte o cien años, todo como siempre lo será: una gran aglomeración de cuerpos, cimbreantes, sudororos, efimeros. Una confuso grupo de gente casi diluída en su soledad, intentando el salto agónico, la salvación extrema, la repentina realización de todos sus deseos.
Saltan, bailan, gritan, se ofrecen a cada paso, a cada giro, con cada mirada. Tiene un poco de rito atávico y un mucho de naturaleza animal, sexual. Buscan, rastrean , se inflaman, se desesperan huyen de sí mismos y de su aburrimiento, de su propia desidia. Encuentran otras decepciones, otros fugitivos, otras formas de sed de vida, otros corazones muertos.
Nunca deja de encontrarse a alguien con el corazón en llamas, que busca en el amasijo humano un alivio a sus sufrimientos, un desquite a sus fracasos, una milagrosa resurrección. Un gesto denso, casi intencionado, una mirada especiada – un espejismo más, una ilusión de felicidad.
Es imposible encontrar la redención a ningun pecado, sea de la naturaleza que sea, en el rostro angelical con ojos de pantera, cuya mirada incitadora, embelesa, ofrece un cielo pasajero. No importa el ritmo de sus caderas, la cadencia de sus senos y el aleteo de sus brazos. Sus manos que, con descuidado gesto estudiado, apartan de sus tersas mejillas sedosos mechones que estorban. Y no importa su sonrisa dulce, sus dientes blancos, nuevos, su sonrisa clara, ensayada; no importa su voz ingenua, su tacto calido, su aliento dulce y su inocente desdén. Es la belleza descarnada, recién nacida, avasalladora, sorprendente la que se presenta ante tus ojos; belleza irreprochable en sus formas y vacía, todavía vacía, catastróficamente vacía de contenido. La belleza sin dolor, sin orografía, sin paisaje, sin perspectiva, sin luces ni sombras – aburrida.
Pero ¿qué más da? ¿a quién le importa la redención, la salvación? ¿a quién le importa nada? Solo importa el momento; el olvidar la soledad aunque solo sea por un instante está por encima de cualquier dignidad, de cualquier moral... o quizá no.
Y no hay redención para siempre, y no hay éxito, no hay suerte y no hay fracaso duradero. Hasta la más bellas de las rosas con el tiempo se acaba por secar....
Saltan, bailan, gritan, se ofrecen a cada paso, a cada giro, con cada mirada. Tiene un poco de rito atávico y un mucho de naturaleza animal, sexual. Buscan, rastrean , se inflaman, se desesperan huyen de sí mismos y de su aburrimiento, de su propia desidia. Encuentran otras decepciones, otros fugitivos, otras formas de sed de vida, otros corazones muertos.
Nunca deja de encontrarse a alguien con el corazón en llamas, que busca en el amasijo humano un alivio a sus sufrimientos, un desquite a sus fracasos, una milagrosa resurrección. Un gesto denso, casi intencionado, una mirada especiada – un espejismo más, una ilusión de felicidad.
Es imposible encontrar la redención a ningun pecado, sea de la naturaleza que sea, en el rostro angelical con ojos de pantera, cuya mirada incitadora, embelesa, ofrece un cielo pasajero. No importa el ritmo de sus caderas, la cadencia de sus senos y el aleteo de sus brazos. Sus manos que, con descuidado gesto estudiado, apartan de sus tersas mejillas sedosos mechones que estorban. Y no importa su sonrisa dulce, sus dientes blancos, nuevos, su sonrisa clara, ensayada; no importa su voz ingenua, su tacto calido, su aliento dulce y su inocente desdén. Es la belleza descarnada, recién nacida, avasalladora, sorprendente la que se presenta ante tus ojos; belleza irreprochable en sus formas y vacía, todavía vacía, catastróficamente vacía de contenido. La belleza sin dolor, sin orografía, sin paisaje, sin perspectiva, sin luces ni sombras – aburrida.
Pero ¿qué más da? ¿a quién le importa la redención, la salvación? ¿a quién le importa nada? Solo importa el momento; el olvidar la soledad aunque solo sea por un instante está por encima de cualquier dignidad, de cualquier moral... o quizá no.
Y no hay redención para siempre, y no hay éxito, no hay suerte y no hay fracaso duradero. Hasta la más bellas de las rosas con el tiempo se acaba por secar....
22 febrero, 2006
Las Olimpiadas de invierno
Están a punto de terminar los JJOO en Turín, los de invierno, que por estos pagos sigue presente y blanco en las calles pero al que tanto en Italia como en España, no le queda ni un suspiro.
Supongo que será porque hoy tengo ese talante. Me da que no son las cosas las que nos hacen reflexionar sino que es nuestra necesidad de reflexión la que encuentra los motivos para ello.
Y hoy me ha dado por buscar diferencias (debo tener la serotonina baja). Igual otro día que me esté un poco más animado puede que me dé por buscar parecidos. Y la olimpiada blanca es una diferencia, es uno de esos pequeños detalles que nos separan de los nórdicos, de los rusos. Y el quid de la cuestión no está en la olimpiada en sí, sino en la percepción que se tiene de la misma.
Y a veces me sorprendo en un de esos ataques de mimetismo que me suelen dar: rodeado de amigos estoy en un bar vibrando con el sprint final de la carrera de relevos de biatlón ¡los rusos han ganado la plata contra todo pronóstico!
En ese momento me alegro, de todo corazón me alegro por ellos aunque después me tome la cerveza con un puntito de decepción: yo soy más de Noruega y encima han ganado los alemanes... cesa la crisis mimética, “¿Biatlón...? ¿cómo coño he llegado a ver carreras de biatlón?
Las olimpiadas de invierno con su esquí de fondo, el alpino, el mismo biatlón, los saltos, el patinaje, el hockey (sí, sobre todo el hockey), se viven en Rusia igual que se viven en Suecia o en Noruega, es decir con una intensidad inusitada, con una emoción desbocada a la, supuestamente, estos septentriones son poco dados ¡es que los ves mover las piernas por debajo de la mesa al ritmo que Yulia Chepalova mueve las suyas en su relevo de esquí de fondo! la apoyan, la empujan, la llevan hacia la meta. Y se enfadan tremendamente, y discuten, y pretenden hacer jabón con la grasa de la piel del arbitro que les ha anulado un gol contra el enemigo canadiense en la guerra que es el hockey.
Para ellos los deportes de invierno no son como para nosotros - un espectáculo exótico más o menos interesante. Las llanuras nevadas y los esquís despiertan la llama blanca en sus pupilas y las victorias de los suyos les embargan. Conocen muy bien el roce de los esquís con la nieve, el agradable rasgueo de los patines en el hielo y el sonido seco del golpeo a la pastilla en el hockey. Entienden a la perfección el léxico, las disciplinas y las sutilezas que hacen ganar o perder una carrera.
Los juegos de verano... no son lo mismo. Es cierto que los siguen, pero no les producen las mismas emociones. Quizá porque la mayoría de los deportes son de importación o porque son agotadores y sin ese toque lúdico que da la nieve - frescura, sorpresa, entusiasmo, sobre todo en los niños... y esa luz que viene de todos lados... Los primeros recuerdos son de sensaciones y son siempre los más fuertes.
La diferencia en este caso no está en el temperamento sino en la cosas que lo encienden. Los rusos sienten la misma necesidad de emocionarse que nosotros, pero solo lo hacen con lo suyo, con sus tradiciones, con aquello que son, que llevan en los genes.
A un español, por ejemplo, le pasa lo mismo con el fútbol, el ciclismo y algún que otro deporte más. Un partido de hockey sobre hielo o un eslalon especial puede encandilarlo por un momento (si consigue llegar a entenderlos), pero el latido será por la curiosidad, por lo desconocido... mira hacia lo lejos y salta al vacío desde el imaginario trampolín de saltos.
Y yo ¿qué latido tengo? Pues no sé, son sensaciones encontradas. También conozco el encanto del hielo... Puede que una latido mediterráneo con pequeñas lagunas nevadas. ;-)
Diferencia, similitud - territorio cambiante, subjetivo, que depende del color del cristal con que se mira.
Supongo que será porque hoy tengo ese talante. Me da que no son las cosas las que nos hacen reflexionar sino que es nuestra necesidad de reflexión la que encuentra los motivos para ello.
Y hoy me ha dado por buscar diferencias (debo tener la serotonina baja). Igual otro día que me esté un poco más animado puede que me dé por buscar parecidos. Y la olimpiada blanca es una diferencia, es uno de esos pequeños detalles que nos separan de los nórdicos, de los rusos. Y el quid de la cuestión no está en la olimpiada en sí, sino en la percepción que se tiene de la misma.
Y a veces me sorprendo en un de esos ataques de mimetismo que me suelen dar: rodeado de amigos estoy en un bar vibrando con el sprint final de la carrera de relevos de biatlón ¡los rusos han ganado la plata contra todo pronóstico!
En ese momento me alegro, de todo corazón me alegro por ellos aunque después me tome la cerveza con un puntito de decepción: yo soy más de Noruega y encima han ganado los alemanes... cesa la crisis mimética, “¿Biatlón...? ¿cómo coño he llegado a ver carreras de biatlón?
Las olimpiadas de invierno con su esquí de fondo, el alpino, el mismo biatlón, los saltos, el patinaje, el hockey (sí, sobre todo el hockey), se viven en Rusia igual que se viven en Suecia o en Noruega, es decir con una intensidad inusitada, con una emoción desbocada a la, supuestamente, estos septentriones son poco dados ¡es que los ves mover las piernas por debajo de la mesa al ritmo que Yulia Chepalova mueve las suyas en su relevo de esquí de fondo! la apoyan, la empujan, la llevan hacia la meta. Y se enfadan tremendamente, y discuten, y pretenden hacer jabón con la grasa de la piel del arbitro que les ha anulado un gol contra el enemigo canadiense en la guerra que es el hockey.
Para ellos los deportes de invierno no son como para nosotros - un espectáculo exótico más o menos interesante. Las llanuras nevadas y los esquís despiertan la llama blanca en sus pupilas y las victorias de los suyos les embargan. Conocen muy bien el roce de los esquís con la nieve, el agradable rasgueo de los patines en el hielo y el sonido seco del golpeo a la pastilla en el hockey. Entienden a la perfección el léxico, las disciplinas y las sutilezas que hacen ganar o perder una carrera.
Los juegos de verano... no son lo mismo. Es cierto que los siguen, pero no les producen las mismas emociones. Quizá porque la mayoría de los deportes son de importación o porque son agotadores y sin ese toque lúdico que da la nieve - frescura, sorpresa, entusiasmo, sobre todo en los niños... y esa luz que viene de todos lados... Los primeros recuerdos son de sensaciones y son siempre los más fuertes.
La diferencia en este caso no está en el temperamento sino en la cosas que lo encienden. Los rusos sienten la misma necesidad de emocionarse que nosotros, pero solo lo hacen con lo suyo, con sus tradiciones, con aquello que son, que llevan en los genes.
A un español, por ejemplo, le pasa lo mismo con el fútbol, el ciclismo y algún que otro deporte más. Un partido de hockey sobre hielo o un eslalon especial puede encandilarlo por un momento (si consigue llegar a entenderlos), pero el latido será por la curiosidad, por lo desconocido... mira hacia lo lejos y salta al vacío desde el imaginario trampolín de saltos.
Y yo ¿qué latido tengo? Pues no sé, son sensaciones encontradas. También conozco el encanto del hielo... Puede que una latido mediterráneo con pequeñas lagunas nevadas. ;-)
Diferencia, similitud - territorio cambiante, subjetivo, que depende del color del cristal con que se mira.
09 febrero, 2006
Concierto de Depeche Mode
El día 4 de marzo actúa Depeche Mode. La banda inglesa se echa a la carretera después de... ¿cuatro, siete años? En realidad son más, David Gahan y su gente no se embarcaban en una singladura mundial de verdadera enjundia, con disco nuevo y digno, desde finales de los ochenta.
Uno de los puertos de atraque de los reyes del tecno-pop de los "eighties" va a ser Moscú. Cuando lleguen los Depeche por estos pagos, ya habrán entretenido a los nostálgicos en Madrid y en Barcelona. Habrán llenado, o casi, en Las Ventas o en alguno de esos recintos madrileños tan castizos y, claro, en el Palau San Jordi.
En Moscú también van a llenar hasta la bandera el Olimpiisky, un enorme palacio de deportes multiusos, donde lo mismo actúan los Foo Fighters , se juega un partido de fútbol o Marat Safin y sus chicos les vuelven a amargar la tarde a los franceses en la Copa Davis.
El concierto en sí carece de importancia. No es el primer grupo “gran reserva” que llega por aquí, ni será el último. Y tampoco se puede descartar que, a partir de ahora, les pase como a los ilustres jurásicos de Deep Purple, que vuelven cada año en giras cada vez más prolongadas a lo largo y ancho de la madre Rusia.
La gracia está en otra cosa, en el fenómeno social que se ha producido alrededor de la visita de cuatro señores ingleses que, como grupo, estaban muertos y enterrados desde hace bastante tiempo.
El caso es que prácticamente no quedan entradas desde hace un mes. La gente está rebañando los restos. Las entradas para otear el concierto desde el gallinero y a vista de pájaro cuestan alrededor de los 120 euros. Los precios, cuando el billetaje se puso a la venta, rondaban también los 100 euros y la gente llegaba casi a las manos por conseguir una entrada... Los organizadores, visto lo visto, subieron los precios paulatinamente y hoy las más baratas están sobre los 300 euros y las más caras sobre los 600 eurazos... eso sin contar las de la zona noble con unos precios que no son de este mundo.
Está claro que los especialistas en marketing están perfectamente adiestrados en el uso y abuso de los resortes de la psicológicos de la gente... con eso y con un par de noticias bien aliñadas con palabras del estilo de “exclusivo” , “excepcional” y un par de grandes éxitos... pero no, no creo que sea solo esto porque ya lo han intentado otras veces y no les ha salido, por lo menos hasta este punto.
Es algo más, hay algo más, debe tratarse de algo paranormal eso de que la gente vaya como loca buscando entradas sin reparar en gastos para ver a los “Depeche Mode”. Aunque la música no les guste, aunque solo para presumir ante los amigos de haberse gastado el sueldo de un mes para ir con la amante a escuchar “Personal Jesus”...
... y no, no quería caer en el tópico que me tanto me irrita pero es que, de verdad, este país es una caja de sorpresas.
Uno de los puertos de atraque de los reyes del tecno-pop de los "eighties" va a ser Moscú. Cuando lleguen los Depeche por estos pagos, ya habrán entretenido a los nostálgicos en Madrid y en Barcelona. Habrán llenado, o casi, en Las Ventas o en alguno de esos recintos madrileños tan castizos y, claro, en el Palau San Jordi.
En Moscú también van a llenar hasta la bandera el Olimpiisky, un enorme palacio de deportes multiusos, donde lo mismo actúan los Foo Fighters , se juega un partido de fútbol o Marat Safin y sus chicos les vuelven a amargar la tarde a los franceses en la Copa Davis.
El concierto en sí carece de importancia. No es el primer grupo “gran reserva” que llega por aquí, ni será el último. Y tampoco se puede descartar que, a partir de ahora, les pase como a los ilustres jurásicos de Deep Purple, que vuelven cada año en giras cada vez más prolongadas a lo largo y ancho de la madre Rusia.
La gracia está en otra cosa, en el fenómeno social que se ha producido alrededor de la visita de cuatro señores ingleses que, como grupo, estaban muertos y enterrados desde hace bastante tiempo.
El caso es que prácticamente no quedan entradas desde hace un mes. La gente está rebañando los restos. Las entradas para otear el concierto desde el gallinero y a vista de pájaro cuestan alrededor de los 120 euros. Los precios, cuando el billetaje se puso a la venta, rondaban también los 100 euros y la gente llegaba casi a las manos por conseguir una entrada... Los organizadores, visto lo visto, subieron los precios paulatinamente y hoy las más baratas están sobre los 300 euros y las más caras sobre los 600 eurazos... eso sin contar las de la zona noble con unos precios que no son de este mundo.
Está claro que los especialistas en marketing están perfectamente adiestrados en el uso y abuso de los resortes de la psicológicos de la gente... con eso y con un par de noticias bien aliñadas con palabras del estilo de “exclusivo” , “excepcional” y un par de grandes éxitos... pero no, no creo que sea solo esto porque ya lo han intentado otras veces y no les ha salido, por lo menos hasta este punto.
Es algo más, hay algo más, debe tratarse de algo paranormal eso de que la gente vaya como loca buscando entradas sin reparar en gastos para ver a los “Depeche Mode”. Aunque la música no les guste, aunque solo para presumir ante los amigos de haberse gastado el sueldo de un mes para ir con la amante a escuchar “Personal Jesus”...
... y no, no quería caer en el tópico que me tanto me irrita pero es que, de verdad, este país es una caja de sorpresas.
02 febrero, 2006
Canadá - la América plácida
La verdad es que me siento un poco como Roger Federer cuando recogía el otro día el trofeo de campeón en el Aussie Open. "No sé que decir... no sé que decir, de verdad..." yo tampoco sé que decir.
No creo que me vaya a extender demasiado. Tengo muchas cosas en mi zurrón canadiense, pero no encuentro las que merezca la pena enseñar. Al menos eso me parece... puede que la causa sea lo repetido del viaje o mi estado de ánimo, o quizá todo fue excesivamente normal.
Las emociones del encuentro con mis amigos solamente me incumben a mí. Por mucho que la experiencia de los medios con programas del pelaje de "El Gran Hermano" indique lo contrario, a vosotros no os deberían interesar.
Canadá es espacio, mucho espacio. Es un país enorme con déficit demográfico. De sus tesoros naturales y de sus extensísimos y preciosos parques; sobre Nunavut, la isla de Vancouver y sobre la húmeda ciudad de Halifax en la costa de Nueva Escocia, acerca de los grizzlies y los indios algonquines no voy a relatar nada, entre otras cosas, porque no he estado. Lamentablemente no me resulta creíble describir con todo lujo de detalles lo que no he visto . La imaginación linda con la mentira... no sé, para eso doctores tiene la santa madre iglesia...
Mi experiencia se limita a las ciudades de Toronto y Montrèal y algunos "espacios abiertos" cercanos a las mismas. Esta es la zona más poblada de Canadá pero con la impronta de la abundancia de espacio, tan común en el resto del país.
Son ciudades gigantes, muy extendidas, desparramadas. Las calles son rectas interminables, kilométricas, que se entrecruzan para formar megaparrillas. Los centros urbanos son inciertos y altos. Una señal inequívoca de que uno se encuentra en el centro de la ciudad es el estar rodeado de rascacielos. Al canadiense le debe de pillar un poco por sorpresa no encontrar espacio para expandirse y, cuando no lo consigue, reacciona con violencia para ganarle al aire lo que no encuentra en la tierra. Edificios altísimos, azules, geométricos, acristalados, de inspiración vegetal, mineral, animal...
Toronto es así y Mississaga (una ciudad dormitorio lindante donde estábamos hospedados) lo es al cuadrado. Son ciudades lógicas, cuadriculadas, impersonales donde es muy difícil orientarse, encontrar puntos de referencia. Hileras infinitas de casas con garaje y jardín, preciosas y de papel, todas iguales; casas separadas por autopistas de cuatro carriles con tráfico fluido pero constante. Da la sensación de vivir en un polígono industrial.
Parques con sus barbacoas, bancos y mesas de madera. Picnic "casual", a mano, incluso al lado del ayuntamiento. Patos, gansos, cisnes y otras aves silvestres campan por sus fueros donde hay algo de agua y comida, así como las omnipresentes ardillas: negras, gordas y abundantes, que complementan la función de las ratas en los cubos de la basura de la ciudad. Nadie los toca, los caza o los apedrean y le han perdido el miedo al hombre.
Es imposible vivir sin coche...Las distancias son tan grandes. No existe cultura de transporte público en Canadá. Hasta en las grandes ciudades faltan autobuses, metro, tranvías. Es imposible llegar a tiempo o visitar más de dos lugares si no se va en coche. La mentalidad de la gente se ha adaptado a las circunstancias y nadie imagina su vida sin sentarse al volante menos de tres horas al día.
Es esto no hay diferencia alguna en este país dual. Canadá es dos países: el Canadá anglófono y el francófono – Québec. El primero tiende hacia la “american way of life”, el segundo es un eco de Francia. Todo lo dicho hasta el momento, en Québec pierde fuerza pero no desaparece. Montreal no es más que una nostalgia de Paris en Norteamérica. Y los “quebecoises” son más franceses que los propios franceses, con sus señales de stop y los rótulos blancos en el centro - “ARRÊT”, en un gesto de actitud propia, natural y común entre los expatriados de todo el mundo y todas las épocas.
Cafeterías, callejuelas, palacetes – fantasmas europeos... y todas las calles llevan nombre de santo como su vigoroso río, el San Lorenzo. Montreal disfruta de una gastronomía que va mucho más allá de las hamburguesas, los perritos calientes y las cocacolas del resto del país; y que se desmarca de la cocina francesa con la utilización de ingredientes americanos y con un signo de identidad propio – el sirope del omnipresente arce.
Pero Canadá es en el fondo una entidad inexistente. Es un país de inmigrantes como Estados Unidos o Australia. En realidad, los únicos habitantes de este vasto territorio son unas comunidades de indios alcoholizados que están a punto de perder su identidad diferencial. Muy a pesar de los esfuerzos del gobierno en conservarlas. Lo demás es un miríada de comunidades llegadas de todas partes del mundo y que, ante la imposibilidad de fundirse en nada, han formado sus micropaíses, sus barrios estancos, viviendo junto con los demás, pero no revueltos con los demás. Un paseo por Toronto te lleva a visitar medio mundo, desde Grecia hasta Korea, con un parada para comer en Etiopía y para comprar en Chinatown. La abundancia de grupos de niños y adolescentes de todas las razas mezcladas que conviven su amistad no parece suficiente para que desaparezca esta sociedad de esclusas en el futuro. Pues hay un tiempo para el aprendizaje y otro para la preponderancia.
Y claro, como cualquier sitio que se precie este país tiene sus “tarjetas de visita”, sus carbunchos que llaman la atención: las espectaculares con todas la letras cataratas de Niágara, la CN Tower, el pirulí de las telecomunicaciones de Toronto que hasta hace cuatro días era el edificio más alto del mundo, la calle Yonge, la más larga del mundo con sus 1.900 kilómetros de longitud, la región de los grandes lagos que son uno solo, la fuerza del río San Lorenzo. Y todas aquellas cosas que no he visto...
En cualquier caso, Canadá es un sitio tranquilo y bello, sin estrés, es la América plácida, donde cada uno vive para sí, sin que nadie le moleste.
No creo que me vaya a extender demasiado. Tengo muchas cosas en mi zurrón canadiense, pero no encuentro las que merezca la pena enseñar. Al menos eso me parece... puede que la causa sea lo repetido del viaje o mi estado de ánimo, o quizá todo fue excesivamente normal.
Las emociones del encuentro con mis amigos solamente me incumben a mí. Por mucho que la experiencia de los medios con programas del pelaje de "El Gran Hermano" indique lo contrario, a vosotros no os deberían interesar.
Canadá es espacio, mucho espacio. Es un país enorme con déficit demográfico. De sus tesoros naturales y de sus extensísimos y preciosos parques; sobre Nunavut, la isla de Vancouver y sobre la húmeda ciudad de Halifax en la costa de Nueva Escocia, acerca de los grizzlies y los indios algonquines no voy a relatar nada, entre otras cosas, porque no he estado. Lamentablemente no me resulta creíble describir con todo lujo de detalles lo que no he visto . La imaginación linda con la mentira... no sé, para eso doctores tiene la santa madre iglesia...
Mi experiencia se limita a las ciudades de Toronto y Montrèal y algunos "espacios abiertos" cercanos a las mismas. Esta es la zona más poblada de Canadá pero con la impronta de la abundancia de espacio, tan común en el resto del país.
Son ciudades gigantes, muy extendidas, desparramadas. Las calles son rectas interminables, kilométricas, que se entrecruzan para formar megaparrillas. Los centros urbanos son inciertos y altos. Una señal inequívoca de que uno se encuentra en el centro de la ciudad es el estar rodeado de rascacielos. Al canadiense le debe de pillar un poco por sorpresa no encontrar espacio para expandirse y, cuando no lo consigue, reacciona con violencia para ganarle al aire lo que no encuentra en la tierra. Edificios altísimos, azules, geométricos, acristalados, de inspiración vegetal, mineral, animal...
Toronto es así y Mississaga (una ciudad dormitorio lindante donde estábamos hospedados) lo es al cuadrado. Son ciudades lógicas, cuadriculadas, impersonales donde es muy difícil orientarse, encontrar puntos de referencia. Hileras infinitas de casas con garaje y jardín, preciosas y de papel, todas iguales; casas separadas por autopistas de cuatro carriles con tráfico fluido pero constante. Da la sensación de vivir en un polígono industrial.
Parques con sus barbacoas, bancos y mesas de madera. Picnic "casual", a mano, incluso al lado del ayuntamiento. Patos, gansos, cisnes y otras aves silvestres campan por sus fueros donde hay algo de agua y comida, así como las omnipresentes ardillas: negras, gordas y abundantes, que complementan la función de las ratas en los cubos de la basura de la ciudad. Nadie los toca, los caza o los apedrean y le han perdido el miedo al hombre.
Es imposible vivir sin coche...Las distancias son tan grandes. No existe cultura de transporte público en Canadá. Hasta en las grandes ciudades faltan autobuses, metro, tranvías. Es imposible llegar a tiempo o visitar más de dos lugares si no se va en coche. La mentalidad de la gente se ha adaptado a las circunstancias y nadie imagina su vida sin sentarse al volante menos de tres horas al día.
Es esto no hay diferencia alguna en este país dual. Canadá es dos países: el Canadá anglófono y el francófono – Québec. El primero tiende hacia la “american way of life”, el segundo es un eco de Francia. Todo lo dicho hasta el momento, en Québec pierde fuerza pero no desaparece. Montreal no es más que una nostalgia de Paris en Norteamérica. Y los “quebecoises” son más franceses que los propios franceses, con sus señales de stop y los rótulos blancos en el centro - “ARRÊT”, en un gesto de actitud propia, natural y común entre los expatriados de todo el mundo y todas las épocas.
Cafeterías, callejuelas, palacetes – fantasmas europeos... y todas las calles llevan nombre de santo como su vigoroso río, el San Lorenzo. Montreal disfruta de una gastronomía que va mucho más allá de las hamburguesas, los perritos calientes y las cocacolas del resto del país; y que se desmarca de la cocina francesa con la utilización de ingredientes americanos y con un signo de identidad propio – el sirope del omnipresente arce.
Pero Canadá es en el fondo una entidad inexistente. Es un país de inmigrantes como Estados Unidos o Australia. En realidad, los únicos habitantes de este vasto territorio son unas comunidades de indios alcoholizados que están a punto de perder su identidad diferencial. Muy a pesar de los esfuerzos del gobierno en conservarlas. Lo demás es un miríada de comunidades llegadas de todas partes del mundo y que, ante la imposibilidad de fundirse en nada, han formado sus micropaíses, sus barrios estancos, viviendo junto con los demás, pero no revueltos con los demás. Un paseo por Toronto te lleva a visitar medio mundo, desde Grecia hasta Korea, con un parada para comer en Etiopía y para comprar en Chinatown. La abundancia de grupos de niños y adolescentes de todas las razas mezcladas que conviven su amistad no parece suficiente para que desaparezca esta sociedad de esclusas en el futuro. Pues hay un tiempo para el aprendizaje y otro para la preponderancia.
Y claro, como cualquier sitio que se precie este país tiene sus “tarjetas de visita”, sus carbunchos que llaman la atención: las espectaculares con todas la letras cataratas de Niágara, la CN Tower, el pirulí de las telecomunicaciones de Toronto que hasta hace cuatro días era el edificio más alto del mundo, la calle Yonge, la más larga del mundo con sus 1.900 kilómetros de longitud, la región de los grandes lagos que son uno solo, la fuerza del río San Lorenzo. Y todas aquellas cosas que no he visto...
En cualquier caso, Canadá es un sitio tranquilo y bello, sin estrés, es la América plácida, donde cada uno vive para sí, sin que nadie le moleste.
30 enero, 2006
Выбор
...«Тёплый, приятный ветерок на холодной улице…», - огненный луч надежды сдал, и лава уже не сильно бурлит в сердце…
Время раздумья, пора взвешивания, равнина желания, где бурное течение чувств не обязывает курс, «проспект аммиака» между тем, что хочется, и тем ,что есть на самом деле…антракт.
Зрелость даёт о себе знать. Блеск и наваждение. Первая пробуждается женщина, после - мужчина… его соки бунтуют в жилах, женщину они не мучат…
Трудный выбор, трудный. Довольствоваться видом с берега или прыгать за горизонт. Чистая хижина, скромный костёр, обыденные вещи и знакомые люди – cкука, зной, ступор - подобие жизни, одиночество. Неизвестность, риск, страх – глаза…раскрытие и надежда.
Жизнь учит, природа доказывает – ничего вечного, всё преходяще. Мудрость римлян “aqua conclusa, facile corrumpitur”. Две дороги: назад или вперёд. Невозможно стоять на месте, никак не зацепиться за ветер. Один выбор – вперёд, и пусть когти времени царапают кожу до крови, а не убаюкивают.
Но делить всегда проблематично, противоречит человеческой природе. Жажда нового, инстинкт захвата. Жалко искромсать добычу и её раздавать.
Время… время радостно горит в юности, все бездумно его тратят, большими глотками, но вкус его проходит мимо, а это означает - оно проходит мимо. Нечаянность, бесполезность, ошибки… боль – уроки.
Время густеет, цена возрастает, ледяная скульптура беспощадно тает под солнцем. Некуда деваться, каждая капля в цене. Убывающая прохлада бесит. Нервы, суета, отчаянная борьба…
Оно течёт быстро, но по-другому. Язык чувствует вкус, нос – запахи, и душа – горечь от понимания того, что всё равно будет недостаточно.... и к тому же не то.
Дальше – разочарование, растерянность, смирение. Понимание, радость. Напиток не тот, хорошо! Жизнь – расширяющий сосуд в водах неопределённо меняющего цвета. Две единственные границы – время и воля. Опасность – застой. И весь смысл в разнице.
Жизнь – карусель впечатлений, не более того. Их объединяет любовь, а любовь – рассказ. Сопереживание. Двери открытые. Тепло. Необходимость делиться. Дар востребованный. Эгоизм - стая.
Стоять у края пропасти или шагнуть? Бесплодный монолог или созидательный открытый диалог? Орёл или решка?
Хрустальная птица души летит от сердца. Слепо она ищет, где сесть, слепо, зная, что может разбиться, но всё же летит…
Духи во флаконе не пахнут, и смысла в них нет, а для человека жить в себе – пустая трата времени… холодная улица.
Холод, безлюдно, голод порождает призраков. Свежие следы на вечном снегу бесконечной улицы. Миражи, лихорадка, бред, карусель. Голод, голод!!!!
Кто-то смотрит в окно. Снежинки, мороз. Тепло, клетка, душно - ненастная атмосфера уюта. Мечты, просторы, ветер… тоска, трусость – ветерок.
Время раздумья, пора взвешивания, равнина желания, где бурное течение чувств не обязывает курс, «проспект аммиака» между тем, что хочется, и тем ,что есть на самом деле…антракт.
Зрелость даёт о себе знать. Блеск и наваждение. Первая пробуждается женщина, после - мужчина… его соки бунтуют в жилах, женщину они не мучат…
Трудный выбор, трудный. Довольствоваться видом с берега или прыгать за горизонт. Чистая хижина, скромный костёр, обыденные вещи и знакомые люди – cкука, зной, ступор - подобие жизни, одиночество. Неизвестность, риск, страх – глаза…раскрытие и надежда.
Жизнь учит, природа доказывает – ничего вечного, всё преходяще. Мудрость римлян “aqua conclusa, facile corrumpitur”. Две дороги: назад или вперёд. Невозможно стоять на месте, никак не зацепиться за ветер. Один выбор – вперёд, и пусть когти времени царапают кожу до крови, а не убаюкивают.
Но делить всегда проблематично, противоречит человеческой природе. Жажда нового, инстинкт захвата. Жалко искромсать добычу и её раздавать.
Время… время радостно горит в юности, все бездумно его тратят, большими глотками, но вкус его проходит мимо, а это означает - оно проходит мимо. Нечаянность, бесполезность, ошибки… боль – уроки.
Время густеет, цена возрастает, ледяная скульптура беспощадно тает под солнцем. Некуда деваться, каждая капля в цене. Убывающая прохлада бесит. Нервы, суета, отчаянная борьба…
Оно течёт быстро, но по-другому. Язык чувствует вкус, нос – запахи, и душа – горечь от понимания того, что всё равно будет недостаточно.... и к тому же не то.
Дальше – разочарование, растерянность, смирение. Понимание, радость. Напиток не тот, хорошо! Жизнь – расширяющий сосуд в водах неопределённо меняющего цвета. Две единственные границы – время и воля. Опасность – застой. И весь смысл в разнице.
Жизнь – карусель впечатлений, не более того. Их объединяет любовь, а любовь – рассказ. Сопереживание. Двери открытые. Тепло. Необходимость делиться. Дар востребованный. Эгоизм - стая.
Стоять у края пропасти или шагнуть? Бесплодный монолог или созидательный открытый диалог? Орёл или решка?
Хрустальная птица души летит от сердца. Слепо она ищет, где сесть, слепо, зная, что может разбиться, но всё же летит…
Духи во флаконе не пахнут, и смысла в них нет, а для человека жить в себе – пустая трата времени… холодная улица.
Холод, безлюдно, голод порождает призраков. Свежие следы на вечном снегу бесконечной улицы. Миражи, лихорадка, бред, карусель. Голод, голод!!!!
Кто-то смотрит в окно. Снежинки, мороз. Тепло, клетка, душно - ненастная атмосфера уюта. Мечты, просторы, ветер… тоска, трусость – ветерок.
25 enero, 2006
Dubai
...teorías tópico-sociológicas, análisis psicológicos sesudos, estudios de mercado y disecciones arquitectónicas. Todo esto y mucho más es a lo que una persona con inquietudes se puede dedicar en Dubai, donde el desierto, los beduinos y los camellos son, paradójicamente, lo de menos.
Lo árabe en Dubai es anecdótico, es una nota de color que, al final, pasa desapercibida. Ni siquiera las visitas obligadas al desierto y la excursión por las dunas con un 4x4 evitan que se diluya la gota, que desaparezca de la memoria del visitante. El desierto con toda su desoladora grandeza no evoca las peripecias de Lawrence de Arabia, sino que recupera de la memoria reciente las instantáneas marcianas del Mars Explorer. Yo creo que solo el paso por el aeropuerto destruye el romanticismo de las “mil y una noches".
Y eso que las autoridades hacen hincapié en los atributos árabes. Lo “autóctono” es omnipresente: las fotos del jeque dubaití saliente (por muerto) que están en cada esquina, los carteles bilingües en árabe e inglés, los nativos con visibles problemas de excedente de dinero, montados en petrodólares; la comida, las pipas de agua... palmeras, arena, calor, camellos vagando ociosamente en los marrones pastos del desierto..., incluso hay un centro histórico antiguo artificial para el turista incauto. Todo resulta banal y, además, todo parece mentira; es como parte de un anuncio, como si fuera un diorama, un gran holograma, una película futurista al estilo "Minority Report".
La ciudad de Dubai es un espejismo high-tech de algunas decenas de kilómetros cuadrados surgido de la nada en medio de la devastación del desierto. Las distancias son enormes y hacer cualquier gestión supone recorrer varios kilómetros. El transporte público es casi inexistente. Dubai es lugar pensado por y para el coche. Semáforos – los justos, pasos de cebra y subterráneos – escasísimos. Para pasar al otro lado de la calle hay que coger el coche o darse un buen paseo. Eso sí, las avenidas que surcan la ciudad son excelentes – pavimento de primera y cinco carriles, luminosas y rectas. Las curvas son solo patrimonio de las rotondas de acceso y de los desvíos. Lo que se ve desde la ventanilla es nuevo, moderno o en construcción. Pero lo flipante es que nunca te abandona la sensación de estar en la pantalla de un juego de ordenador, “Need for Speed”, por ejemplo. Los mismos escenarios, los mismos coches, la misma luz...
Por la mañana es frecuente ver una neblina marrón que tamiza la luz, parece contaminación, pero es arena....rascacielos y centros comerciales – lo último en construcción y el último grito en diseño. Nuevecito y brillante, todo está reluciente. No hay nada sucio y no resulta extraño... hay arena por doquier... Tiendas y restaurantes – solo aquello que es susceptible de ser franquiciado está allí.
Y los carbunchos... Dubai destaca por sus carbunchos: El único hotel de 7 estrellas del mundo, el Burj Al Arab, la torre de los árabes, la vela del desierto, con su helipuerto y puede que astropuerto. De noche cambia periódicamente de color y con sus focos al infinito parece una nave espacial a punto de despegar. El “Global Village” - una especie de Expo universal permanente, situada en las afueras de la ciudad, con pabellones oficiales de países y cuya función no queda clara, no se sabe si compran, venden o distraen. También está el centro de venta y trasiego de oro más importantes del mundo. En construcción quedan tres supercarbunchos: la torre más alta del mundo, el primer hotel submarino y un macrocentro de esquí alpino.
Finalmente, los habitantes de este “mundo feliz” de criminalidad - 0. La mayoría son inmigrantes de Pakistán y de la India, y son la base de la pirámide demográfica de esta ciudad. Están “por las todas partes” (Cañita brava dixit) pero nadie repara en ellos, son los sirvientes... los esclavos modernos. Después hay un ejercito de mercenarios especializados en darle brillo, prestancia y eficiencia a la orbe – los expatriados occidentales. En el vértice, la población local, los antiguos beduinos camelleros, mostosos y polvorientos que hoy disfrutan de las abundantes rentas del petróleo y de una vida física cercana a la ideal. Son una minoría y no se les suele ver mucho por la calle, aunque sí en los centros comerciales dándole buen uso a la visa platino (o lo que sea).
La distribución social es tan perfecta que cuesta creer que no haya sido diseñada así. Es una distribución tan lógica y natural como la cadena alimentaria. Los tres mundos coexisten en dimensiones diferentes, se relacionan poco y, por lo tanto, ha poco lugar al conflicto. Los indios trabajan y sirven sin preguntar, son dóciles, emocionalmente pasivos y la mayoría son musulmanes. Están de paso, como los trabajadores occidentales, que son parte de una comunidad cambiante, contenta y bien pagada.
No obstante, vivir en Dubai durante mucho tiempo debe ser como vivir en un plató, o ser personaje de un reality show y circular en un bucle de luminosos despachos de acero y cristal, centros comerciales de lujo, restaurantes, locales de alterne y trabajo. No hay posibilidad de sumergirte en la cultura local, ni en ninguna otra...mundo estanco.
Dubai es un lugar digno de verse, es una estación espacial, una babilonia del desierto... si uno quiere hacerse una idea de cómo serán las colonias de la humanidad en otros mundos en el futuro...
Y al que no le interese eso siempre le quedará el desierto, la playa, tomarse un zumo o un café y vivir la vida como se debe – sin calentarse la cabeza.
Lo árabe en Dubai es anecdótico, es una nota de color que, al final, pasa desapercibida. Ni siquiera las visitas obligadas al desierto y la excursión por las dunas con un 4x4 evitan que se diluya la gota, que desaparezca de la memoria del visitante. El desierto con toda su desoladora grandeza no evoca las peripecias de Lawrence de Arabia, sino que recupera de la memoria reciente las instantáneas marcianas del Mars Explorer. Yo creo que solo el paso por el aeropuerto destruye el romanticismo de las “mil y una noches".
Y eso que las autoridades hacen hincapié en los atributos árabes. Lo “autóctono” es omnipresente: las fotos del jeque dubaití saliente (por muerto) que están en cada esquina, los carteles bilingües en árabe e inglés, los nativos con visibles problemas de excedente de dinero, montados en petrodólares; la comida, las pipas de agua... palmeras, arena, calor, camellos vagando ociosamente en los marrones pastos del desierto..., incluso hay un centro histórico antiguo artificial para el turista incauto. Todo resulta banal y, además, todo parece mentira; es como parte de un anuncio, como si fuera un diorama, un gran holograma, una película futurista al estilo "Minority Report".
La ciudad de Dubai es un espejismo high-tech de algunas decenas de kilómetros cuadrados surgido de la nada en medio de la devastación del desierto. Las distancias son enormes y hacer cualquier gestión supone recorrer varios kilómetros. El transporte público es casi inexistente. Dubai es lugar pensado por y para el coche. Semáforos – los justos, pasos de cebra y subterráneos – escasísimos. Para pasar al otro lado de la calle hay que coger el coche o darse un buen paseo. Eso sí, las avenidas que surcan la ciudad son excelentes – pavimento de primera y cinco carriles, luminosas y rectas. Las curvas son solo patrimonio de las rotondas de acceso y de los desvíos. Lo que se ve desde la ventanilla es nuevo, moderno o en construcción. Pero lo flipante es que nunca te abandona la sensación de estar en la pantalla de un juego de ordenador, “Need for Speed”, por ejemplo. Los mismos escenarios, los mismos coches, la misma luz...
Por la mañana es frecuente ver una neblina marrón que tamiza la luz, parece contaminación, pero es arena....rascacielos y centros comerciales – lo último en construcción y el último grito en diseño. Nuevecito y brillante, todo está reluciente. No hay nada sucio y no resulta extraño... hay arena por doquier... Tiendas y restaurantes – solo aquello que es susceptible de ser franquiciado está allí.
Y los carbunchos... Dubai destaca por sus carbunchos: El único hotel de 7 estrellas del mundo, el Burj Al Arab, la torre de los árabes, la vela del desierto, con su helipuerto y puede que astropuerto. De noche cambia periódicamente de color y con sus focos al infinito parece una nave espacial a punto de despegar. El “Global Village” - una especie de Expo universal permanente, situada en las afueras de la ciudad, con pabellones oficiales de países y cuya función no queda clara, no se sabe si compran, venden o distraen. También está el centro de venta y trasiego de oro más importantes del mundo. En construcción quedan tres supercarbunchos: la torre más alta del mundo, el primer hotel submarino y un macrocentro de esquí alpino.
Finalmente, los habitantes de este “mundo feliz” de criminalidad - 0. La mayoría son inmigrantes de Pakistán y de la India, y son la base de la pirámide demográfica de esta ciudad. Están “por las todas partes” (Cañita brava dixit) pero nadie repara en ellos, son los sirvientes... los esclavos modernos. Después hay un ejercito de mercenarios especializados en darle brillo, prestancia y eficiencia a la orbe – los expatriados occidentales. En el vértice, la población local, los antiguos beduinos camelleros, mostosos y polvorientos que hoy disfrutan de las abundantes rentas del petróleo y de una vida física cercana a la ideal. Son una minoría y no se les suele ver mucho por la calle, aunque sí en los centros comerciales dándole buen uso a la visa platino (o lo que sea).
La distribución social es tan perfecta que cuesta creer que no haya sido diseñada así. Es una distribución tan lógica y natural como la cadena alimentaria. Los tres mundos coexisten en dimensiones diferentes, se relacionan poco y, por lo tanto, ha poco lugar al conflicto. Los indios trabajan y sirven sin preguntar, son dóciles, emocionalmente pasivos y la mayoría son musulmanes. Están de paso, como los trabajadores occidentales, que son parte de una comunidad cambiante, contenta y bien pagada.
No obstante, vivir en Dubai durante mucho tiempo debe ser como vivir en un plató, o ser personaje de un reality show y circular en un bucle de luminosos despachos de acero y cristal, centros comerciales de lujo, restaurantes, locales de alterne y trabajo. No hay posibilidad de sumergirte en la cultura local, ni en ninguna otra...mundo estanco.
Dubai es un lugar digno de verse, es una estación espacial, una babilonia del desierto... si uno quiere hacerse una idea de cómo serán las colonias de la humanidad en otros mundos en el futuro...
Y al que no le interese eso siempre le quedará el desierto, la playa, tomarse un zumo o un café y vivir la vida como se debe – sin calentarse la cabeza.
23 enero, 2006
“Mittelspiel”
Estoy terminando una especie de experimento, de relato inconcluso y con continuación, un campo de pruebas.
Un conjunto de instantáneas y de situaciones (algunas ficticias, unas autobiograficas y otras robadas a otros protagonistas). En fin, es un relato demasiado largo para el blog y un poco un melancólico.
Si alguien tiene tiempo y quiere que me lo pida y se lo enviaré.
Lo doy por publicado.
Un conjunto de instantáneas y de situaciones (algunas ficticias, unas autobiograficas y otras robadas a otros protagonistas). En fin, es un relato demasiado largo para el blog y un poco un melancólico.
Si alguien tiene tiempo y quiere que me lo pida y se lo enviaré.
Lo doy por publicado.
El frío Moscovita
Las bajas temperaturas de esa noche estuvieron a punto de ser la causa de la suspensión de los baños pero la fe y las tradiciones se impusieron y "los morsas" se pudieron zambullir, con todas las bendiciones de los popes ortodoxos, en un agua gélida, pero calentita en comparación con la temperatura del aire, 35 grados más baja.
La tradición dice que el agua durante esa noche está bendita y que es imposible que la gente enferme y lo cierto es que no se tienen noticias de bajas laborales o pulmonías provocadas por el evento. Después del baño la gente estaba de lo más contenta con las sensaciones experimentadas mientras bebía té caliente en las tiendas de campaña plantadas sobre el hielo para la ocasión. Dicen los entendidos que la practica del baño invernal te garantiza una salud de hierro. Puede ser... me imagino que todos los recursos del organismo se ponen a tope y las defensas se mantienen altas y dispuestas a rechazar cualquier enfermedad durante el resto del año... puede que sea verdad y que todo esto tenga su base científica pero yo nunca me he atrevido a comprobarlo.
Y tiempo tendré porque todavía queda un mes y medio de invierno... pero no creo que me atreva; me contentaré con poder esquiar por los parques de esta ciudad y pasear observando sus peculiares escenas invernales, mientras llega la primavera.
17 enero, 2006
El Carbuncho
No, yo no soy el carbuncho. El carbuncho es un pequeño animal de cuatro patas, a veces con alas, que despide luz en su frente, lo que permite ser observado en los campos del norte de Sonora... y no solo de Sonora, sino del todo el mundo. Está mucho más extendido de lo que se piensa.
Es un criptoanimal, un ser que puede existir... o no. En cualquier caso es una rareza que tiene muchos nombres y que para cada uno de nosotros tiene una forma, una excepción que todo el mundo busca por allá donde va. Es aquello que destaca, que nos obliga a prestar atención, que nos saca del tedio.
Esta página va sobre los carbunchos que yo encuentro a mi camino. Muchas veces me acusaréis de no contrastar la información; es posible que incluso me lleguéis a acusar de mentiroso (eventualmente, muy de tarde en tarde, lo podré hacer a propósito). Pero yo os pongo sobre aviso, escribo sobre los carbunchos: seres que pueden existir... o no.
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